Hoy 10 de enero se cumplen 40 años del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
Una conmemoración que obliga a reflexionar sobre nuestro pasado, sobre el presente y sobre nuestro futuro.
El sacrificio de Pedro Joaquín fue un acontecimiento trágico que crispó las fibras más íntimas de la sociedad nicaragüense y rompió los portones que encerraban la furia popular. Una furia que, en unos cuantos meses, arrasó con la dictadura somocista.
Evocar la memoria de Pedro Joaquín y avivar la llama todavía encendida es obligación de todos los demócratas de este país.
De entre las múltiples facetas que pueden identificarse en la intensa vida que llevó Pedro Joaquín, en esta oportunidad quisiéramos destacar los siguientes legados que todavía palpitan:
El legado de la coherencia. Coherencia entre lo que se predica y lo que se practica. Desde el micrófono, en la radio. Porque fue hombre que también utilizó la radio para transmitir sus mensajes. Desde la tribuna política, en la calle. Porque fue un hombre de identificación con la gente. Desde su máquina de escribir, en el diario La Prensa, como periodista. Desde la cárcel, repetidamente. O desde el confinamiento y el exilio. Porque también le tocó sufrir el desarraigo. Y desde el fusil, cuando le tocó hacerlo. Enfrentado siempre a la dictadura militar y al poder económico, sin concesiones.
Un hombre de acción que predicó con la palabra y predicó con el ejemplo. A diferencia de los politiqueros que pululaban ayer y pululan hoy.
El legado de sus ideas. Además de un hombre de acción, Pedro Joaquín fue un hombre de pensamiento. Un pensamiento que cobra mayor vigencia en el contexto actual, con la imposición de un régimen muy semejante al que Pedro Joaquín enfrentó. Cuando uno lee sus editoriales o sus escritos o sus intervenciones, hay que ir de sorpresa en sorpresa al constatar su lucidez, su agudeza, su contundencia y, en muchos casos, su capacidad premonitoria. También es posible identificar algunos pilares claves: la reivindicación de la democracia y de los derechos ciudadanos, donde el voto y la libertad de expresión y prensa fueron siempre ingredientes esenciales. Igual que en el somocismo, preserva vigencia la frase que resume su pensamiento político “Nicaragua volverá a ser república”.
La justicia Social es otro de los pilares de su pensamiento: sus propuestas persistentemente tenían en su base la creación de oportunidades para los pobres.
Un hombre de profundo amor a su patria. Pero no como una noción abstracta sino una patria que se podía ver, como el lago de Nicaragua o los atardeceres de Managua. O que se podía tocar, en su gente, o escuchar en sus pájaros y los rugidos de sus volcanes. Un convencido de la autodeterminación y de la Independencia nacional. Y un hombre incorruptible, empeñado en una lucha tenaz en contra de la corrupción.
El tercer legado es el moral. Este legado es de un especial valor porque tal vez el mayor déficit que afronta la sociedad nicaragüense es el déficit de fuerza moral para defender principios y derechos, levantar la frente y enarbolar la dignidad como bandera. En Pedro Joaquín encontramos un caudal inagotable de fuerza moral. «Cada quien es dueño de su propio miedo» es la frase que condensa la entereza de quien está consciente que el sendero de la lucha por la libertad está sembrado de espinas y de riesgos mortales, y los afronta con valentía…hasta las últimas consecuencias, como se decía y se hacía antes.
Estos son los legados de un hombre decente, que soñaba construir y vivir en un país decente.
Muchas frases de Pedro Joaquín guardan plena vigencia, rescataré una que en pocas palabras describe el sistema que le tocó vivir. Están en escritas en su Diario Político: «Dos grupos oligárquicos entendidos con la Guardia Nacional…gobiernan para ellos y se reparten todo, aplastando a una clase media emergente…y agrega… Lo importante es que nuestra gente de arriba está feliz con el régimen, pero por otra parte el pueblo después de 40 años de opresión, corrupción y desencantos, sólo espera milagros…»
El diagnóstico sintetizado en esa frase nos traslada al presente. Es triste reconocerlo pero nuestro pasado, no termina de pasar. El presente sigue siendo el pasado que vuelve una y otra vez a renacer en el presente. Los viejos y nefastos fantasmas se niegan a morir.
José Santos Zelaya, su dictadura y su continuismo en el poder, está vivo. Emiliano Chamorro, con sus afanes de arrebatar el poder y su caudillismo de décadas, está vivo. Anastasio Somoza García, que hizo del país su finca e impuso una dinastía familiar, está vivo. Fernando Agüero, sometido al dictador por medio del pactismo a cambio de prebendas, está vivo. Anastasio Somoza Debayle, con su cruel dictadura, está vivo. Todos ellos son cofrades del mandamás de turno.
Todos estos fantasmas viven y reviven en el régimen dictatorial impuesto por Ortega.
El mejor homenaje a la memoria de Pedro Joaquín es asumir sus legados y enarbolar como estandartes sus frases emblemáticas:
¡Nicaragua volverá a ser república!
Cada quien es dueño de su propio miedo…
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