Sin duda, la noticia internacional de la semana fue el plebiscito organizado por la oposición venezolana. Más de siete millones de venezolanos expresaron su voluntad en una extraordinaria jornada democrática, que movilizó voluntades en distintos confines del planeta, de Catar a Australia, de Estados Unidos a Suecia, o de España a Nicaragua.
No es un detalle menor que también en Nicaragua se abriera un punto soberano. Porque aquí en nuestro país los venezolanos tuvieron oportunidad de expresar su voluntad de restablecer la democracia y sus derechos. Hagamos Democracia, Movimiento por Nicaragua y la Red de Jóvenes por la Democracia, juntaron sus esfuerzos para apoyar la jornada y posibilitar que casi un centenar de venezolanos acudieran a la urna que se habilitó en las instalaciones de Hagamos Democracia. Un hecho verdaderamente inesperado pues sabemos que el principal aliado de Maduro en el continente es el régimen de Ortega.
El éxito de la demostración de resistencia cívica abre un nuevo escenario de agudización de la lucha y ha provocado varios impactos. Por un lado, se produjeron declaraciones de actores internacionales relevantes como la Unión Europea y la administración norteamericana. Por otro lado, provocaron una ruidosa reacción de la cúpula mafiosa que desgobierna Venezuela, acompañada de las acostumbradas bravuconadas de Nicolás Maduro, que cada vez parecen más chillidos que bravuconadas. Convocaron a un denominado Consejo Nacional de Defensa para prepararse a repeler la agresión y conspiración internacional de que son víctimas. Son los mismos discursos y las mismas tácticas que ya escuchamos a Castro en su tiempo, que también escuchamos aquí, en su momento, y que ahora repite el Madurismo.
Por su parte, la oposición venezolana, aglutinada en la Mesa de Unidad Democrática encontró en el respaldo popular un nuevo impulso para fortalecer su unidad y para apuntalar una estrategia más clara. Ahora, además de las movilizaciones de calle anunciaron tres nuevas iniciativas políticas: Un paro nacional de 24 horas, la destitución de los magistrados del tribunal supremo de justicia y la designación de un gobierno de unidad nacional.
La cúpula mafiosa que controla el poder en Venezuela sigue insistiendo en montar la farsa que llaman elección de una asamblea constituyente para el 30 de julio. En realidad, tales elecciones son una patraña que tiene como único propósito destituir a la Asamblea Nacional y posibilitar un instrumento político que permita a la cúpula mafiosa hacer lo que se les antoje.
Vamos a explicar mejor este asunto. En un país normal, en un país democrático, el máximo poder de representación que puede otorgar un pueblo es una asamblea constituyente, que es un órgano especial electo expresamente para elaborar la Constitución Política de un país. Como sabemos, la Constitución es la máxima ley, la ley suprema en una república. Mientras está en ejercicio, la Asamblea Constituyente posee un poder prácticamente ilimitado. Puede establecer nuevos órganos del estado, puede modificar otros como la administración de justicia, por ejemplo, puede sustituir y designar funcionarios, en fin…Pero su papel se agota una vez que se aprueba la nueva constitución.
En el caso de Venezuela es un contrasentido que Maduro y su séquito pretendan sustituir la Constitución Política que heredaron del coronel Chávez.
Por supuesto, una Asamblea Constituyente se elige mediante votaciones libres, justas, transparentes.
Maduro lo que pretende es elegir una asamblea constituyente pero donde quienes votan son las organizaciones que controla el régimen. Como mencionábamos en otra ocasión es como que aquí solo votaran las organizaciones controladas por Ortega, es decir, los consejos del poder ciudadano, los sindicatos, las organizaciones gremiales y estudiantiles orteguistas.
Es obvio que el 30 de julio, el tribunal electoral de Venezuela, que es igual al de aquí, aparecerá anunciando que las elecciones a la constituyente fueron un éxito y acreditará los resultados. Asimismo, es previsible que uno de los primeros actos de ese órgano espurio será asumir el poder legislativo y de esta manera anular a la Asamblea que por amplia mayoría los venezolanos eligieron en diciembre del 2015. En otras palabras, anular al único órgano independiente. Lo mismo que hizo Ortega aquí el año pasado. Solo que Ortega destituyó a los diputados opositores de un solo zarpazo dictatorial, sin guardar apariencia alguna.
En estas condiciones con seguridad observaremos que en las próximas semanas se agudicen las contradicciones y tengamos dos asambleas y dos gobiernos en Venezuela, lo que obligará a la comunidad internacional a adoptar una posición más activa.
Lo que sí está claro es que el régimen de Maduro no tiene futuro. ¿Qué futuro puede ofrecer un régimen que despilfarró centenares de miles de millones de dólares y muestra como legado inflación descontrolada, deuda, escasez medicinas y de los bienes más básicos, pobreza, polarización política y falta de libertades?
¿Por qué debemos seguir con atención el proceso político venezolano? No solo porque es un pueblo hermano y un país latinoamericano. Sino porque lo que allá ocurra, inevitablemente, inexorablemente, tendrá repercusiones en nuestro país, para bien o para mal.
walter garcia
muy buen escrito senor zaens, pase buen dia y ojalas nicaragua vuelva a ser republica muy pronto,, para que todos regresemos a nuestras tierra Nicaragua, gracias por sus escritos y buenas noches,
walter
muy cierto, esperemos que no sea asi.