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Un tal Urcuyo

Hoy 19 de Julio se cumplen 38 años del triunfo de la revolución sandinista. Dos días antes, el 17 de julio se producía la renuncia y salida del país de Anastasio Somoza Debayle, el último gobernante de la dinastía somocista. Una dinastía que se prolongó por más de cuarenta años. El imaginario popular recoge principalmente los episodios de la guerra, pero detrás de las cortinas de balas se desarrolló toda una trama política que tuvo un desenlace inesperado, porque uno de los personajes no cumplió el guion que se le había asignado. Y cambió la historia. Porque la acción de este hombre que se conoció como “el tal Urcuyo” a la postre resultó determinante para que el Frente Sandinista se quedara con todo el poder.

Es importante rememorar esos hechos porque no podemos perder la esperanza de que finalmente, como pueblo, podamos aprender las enseñanzas de la historia.

Se sabe que la administración Carter y la dirigencia del Frente Sandinista después de muchos estiras y encoges llegaron a un entendimiento para poner fin a la guerra. Ese acuerdo comprendía los siguientes puntos centrales: el reconocimiento de la Junta de Gobierno, integrada por Moisés Hassan, Alfonso Robelo, Violeta Barrios de Chamorro, Sergio Ramírez y Daniel Ortega. La depuración y preservación de la Guardia Nacional, y la creación de un ejército mixto con la incorporación de combatientes del Frente Sandinista. El acuerdo también incluía la sobrevivencia del partido liberal nacionalista. De esta manera se abría un escenario nuevo: sin Somoza, pero con somocismo, más la incorporación de la nueva realidad de poder que representaban las fuerzas sandinistas. Un nuevo actor político y militar, dotado de legitimidad y poder.

El libreto acordado preveía una corta transición durante la cual el congreso de Somoza elegiría un presidente, el cual cumpliría el papel de trasladar la banda presidencial a la junta de gobierno, por intermedio del Cardenal Obando. Se trataba de unas pocas horas.

El ungido por Somoza para cumplir esta tarea fue Francisco Urcuyo Maliaños quien, en efecto, fue electo por el Congreso una vez que partió Somoza. Y aquí vino lo inesperado: Urcuyo, cuando tuvo la banda presidencial sobre su pecho rechazó todos los acuerdos y declaró que, como presidente legítimo de Nicaragua, concluiría el período de Somoza y entregaría la presidencia hasta mayo de 1981. En su único discurso presidencial declaró “Como presidente de la república, excito a las fuerzas irregulares a deponer las armas, no ante nada ni ante nadie, sino ante el altar de la patria”. Ese anuncio derrumbó los compromisos, precipitó la debacle, la desbandada de la guardia y el triunfo total del Frente Sandinista, que quedó como fuerza hegemónica, con todo el poder militar y político.

Las horas transcurridas -menos de cuarenta y ocho- entre la salida de Somoza, en la madrugada del 17 de julio, y la huida posterior de Urcuyo Maliaños, fueron decisivas en el capítulo histórico que se inauguró el 19 de Julio. Era tan volátil e impredecible la situación que Dionisio Marenco, circunstancialmente en el centro de entramado político, afirma “El 19 de julio ahora es la fecha histórica del triunfo de la revolución, pero el 18 a las 10 de la noche nadie sabía lo que iba a pasar al día siguiente, y el que diga lo contrario está mintiendo… 24 horas antes del triunfo de la revolución nadie sabía qué iba a pasar». (Envío No.318).

No está claro quién engañó a quien. Si Somoza embrocó a Urcuyo, o si Urcuyo agarró la vara, como se dice en buen nicaragüense, y se quiso quedar con la presidencia.

Las presiones norteamericanas fueron, sin embargo, inmediatas y determinantes para que Urcuyo abandonara el cargo. En su libro titulado “Solos”, Urcuyo relata que Somoza lo llamó el 18 de julio, desde Estados Unidos, y le manifestó: “Chico, estoy perdido. Soy prisionero del Departamento de Estado: Me acaba de llamar Warren Cristopher, Subsecretario Adjunto de Estado, para decirme que si tú no le entregas el poder a la Junta de Reconstrucción, ellos me entregarán a mi al Frente Sandinista”.
En el mismo libro “Solos”, Urcuyo Maliaños reflexiona y dice “Nosotros, los Liberales Nacionalistas, cometimos nuestros errores; políticamente, el más grave quizás fue el de llevar a la re-elección al General Somoza Debayle después del terremoto”.

Por su parte, Anastasio Somoza en su libro Nicaragua traicionada escribe lo siguiente: “Mi patria, mi pueblo y yo fuimos traicionados…”, refiriéndose amargamente a la administración Carter “…yo fui traicionado por un aliado de muchos años en quien confiaba…” Para Somoza, Nicaragua era él. En su libro, agrega la siguiente frase …”ni yo ni ninguna otra de las personas del mundo que aman la libertad podemos comprender las razones por las que Nicaragua fue traicionada”. Se trata de la mismísima confusión mental del mandamás del presente que habla de El pueblo-presidente.

Ahora que nos toca tropezar nuevamente con la misma piedra es preciso atender la enseñanza de la historia: el aferramiento al poder y la confusión en la mente del monarca entre sus intereses, y los del pueblo y la patria, constituyen la combinación exacta que conduce al mismo precipicio.

¿Vamos a tener que repetir la misma tragedia?

  1. Iveth Laguna

    Con la vara que medis seras. Remedido»el escenario esta por repetirse.Lo mismo que ke paso a Somoza le va a pasar a Ortega por ladron,corrupto violador..y por supuesto tirano.
    Somoza no era violador Ortega…

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