En otras oportunidades nos hemos referido a la proliferación de días internacionales, en conmemoración o celebración de los más diversos temas. Así, hay día mundial de la poesía, día internacional de los vuelos espaciales tripulados o día mundial de la lengua materna, para mencionar algunos de apariencia poco trascendente; pero hay otros mucho más relevantes, como el día internacional del trabajo o el día internacional de la mujer.
Hoy 24 de marzo es dÍa Internacional del Derecho a la Verdad. En las presentes circunstancias, cuando los defensores de los derechos humanos son asediados por el régimen y cuando los derechos de los nicaragüenses se administran según los humores y antojos del monarca, hablar del derecho a la verdad podría parecer una referencia ociosa o inútil.
Para evitar confusiones, comencemos por establecer una diferencia. Una cosa es el derecho a la información que básicamente se refiere al derecho ciudadano a conocer y publicar los planes, la gestión y resultados del trabajo de funcionarios e instituciones públicas y otra cosa es el derecho a la verdad.
El derecho a la verdad es mucho más delicado y prácticamente ha sido un tema tabú en nuestro país, con independencia del gobierno de turno. El derecho a la verdad está relacionado con los pueblos y con las víctimas que vivieron o padecieron conflictos bélicos o regímenes dictatoriales, y concierne a las violaciones a los derechos humanos de la población.
El derecho a la verdad se enmarca en lo que se conoce como justicia transicional. Este es otro término prácticamente desconocido en Nicaragua. La justicia transicional se refiere a la justicia que debería aplicarse en países que han vivido procesos de transición de una dictadura a una democracia, o de un conflicto armado a la paz. La justicia transicional asiste a las víctimas de violaciones a los derechos humanos y comprende básicamente tres elementos: conocer la verdad, que se haga justicia y que se otorguen reparaciones por los daños causados.
Uno de los órganos emblemáticos de la justicia transicional son las llamadas comisiones de la verdad. Estas comisiones de la verdad se establecieron en más de 30 países de distintos continentes. Sudáfrica, Argentina, Chile, son algunos casos emblemáticos. Más cercano a nosotros, son los casos de El Salvador y Guatemala.
En Nicaragua podríamos afirmar que no hemos tenido ni verdad, ni justicia ni reparaciones. Allí siguen, por ejemplo, los excombatientes reclamando que se cumpla la ley especial para atención a excombatientes. El mismo Daniel Ortega en su discurso del pasado 19 de julio reconoció la existencia de una deuda con la población que protagonizó más directamente el conflicto bélico.
La justicia transicional y el derecho a la verdad quedaron enterrados por amarres políticos y ni siquiera llegaron a ser temas de debate público. Ciertamente se trata de un tema muy controversial. Para unos, la reconciliación exige silenciar el pasado. Para otros, la verdadera reconciliación solo puede fundarse en la verdad. Ninguna paz y ninguna reconciliación es genuina ignorando o escondiendo el pasado.
Se admite que no siempre se alcanza la justicia ni las reparaciones son completas. Pero conocer la verdad cumple un importante papel gratificador. Es preciso reafirmar que en manera alguna se trata de actos de venganza o retaliación.
Actualmente, el derecho a la verdad se reconoce como uno de los principios emergentes del derecho internacional y se incorpora, por declaración de las Naciones Unidas, como un derecho humano y se ha construido toda una doctrina sobre el tema.
Alguna de las bases de esa doctrina son:
- Cada pueblo tiene el derecho inalienable a conocer la verdad acerca de los acontecimientos sucedidos en el pasado.
- El conocimiento por un pueblo de la historia de su opresión forma parte de su patrimonio.
- Independientemente de las acciones que puedan entablar ante la justicia, las víctimas y sus familias tienen el derecho imprescriptible a conocer la verdad acerca de las circunstancias en que se cometieron las violaciones.
Es importante agregar que la fecha 24 de marzo, se estableció por Naciones Unidas en memoria de monseñor Óscar Arnulfo Romero, pues es la fecha en que el religioso salvadoreño fue inmolado mientras celebraba una misa.
Para situarnos más en la realidad nicaragüense comparto fragmentos de una exposición sobre el tema, poco conocida, que realizó la Doctora Vilma Núñez, resumiendo en buena medida nuestro drama:
En las circunstancias actuales, cuando se siguen cometiendo graves violaciones de derechos humanos, ¿podríamos investigar la verdad, podríamos decirla públicamente? ¿Una comisión de la verdad hoy, cuando tenemos varios funcionarios muy cercanos a graves hechos de violación a los derechos humanos integrando un Poder Judicial que sabemos carece de independencia?
¿Para qué serviría una comisión de la verdad en la Nicaragua que hoy tenemos? ¿Para que las víctimas conozcan la verdad o para acallarlas con dinero, pues un gobierno como el actual es experto en silenciar con prebendas? Si no cambia el rumbo del actual gobierno nunca habrá posibilidades de saber alguna verdad. Y además de las posiciones del gobierno, que tanto teme a la verdad, el ambiente de nuestra sociedad está tan polarizado que una comisión de la verdad parece un imposible. Es difícil, muy difícil. Ni siquiera desde una perspectiva muy purista de defensa de los derechos humanos yo me atrevería a promover hoy una comisión de la verdad.
Aunque yo no lo vea, aunque no escuche la verdad de tantas tragedias vividas en Nicaragua, hay que tener confianza en que la verdad prevalecerá algún día. Tenemos la obligación de seguir luchando para crear condiciones que hagan prevalecer la verdad. No debemos cansarnos de reclamar el derecho a la verdad, un derecho que es imprescriptible, aunque hayan pasado años de años.
Es mucha la gente que en Nicaragua tiene derecho a conocer la verdad y a recibir justicia y reparación. Tenemos la obligación de seguir haciendo esfuerzos para que llegue ese día, para saldar la deuda que tenemos con tantas víctimas. Quienes sobrevivieron a tantas crueldades han resistido, pero no han sanado. Y conocer la verdad, decirla, saberla, escucharla, lograr que sea escuchada, es siempre un primer paso para sanar. Nicaragua tiene esa deuda pendiente.
Y es una deuda, agregamos nosotros, que deberá honrarse más tarde o más temprano.
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