Aunque fue hace ya algún tiempo, quedó grabado en mi memoria el recuerdo de una entrevista televisiva que se le hizo a una madre con un hijo que padecía síndrome de Down -un pipito como se acostumbra decir en nuestro país-. La señora explicaba todos los sacrificios, desvelos, angustias, trabajos que cada día debía padecer para alimentar a su hijo, para cuidar su salud, para educarlo, para protegerlo. Relataba cómo una sonrisa, un avance, una palabra del niño, a medida que crecía, eran motivo de orgullo y satisfacción para la familia.
Pero también la señora refería cuánto le costó a ella y a su familia que su hijo llegara a ser adulto. Prácticamente toda una vida dedicada al cuidado de su hijo. Decía la señora que a veces, por las noches, muerta de cansancio y de zozobra, sólo podía pedirle al señor que le diera voluntad y fuerza para amanecer al día siguiente con la misma disposición de sacrificio del día que había finalizado.
Es que detrás de cada discapacidad hay un dolor, un drama humano o una tragedia, para el discapacitado, para su madre, para su padre, hermanos y familia. Y ninguno de nosotros puede sentirse exento porque una discapacidad también puede sobrevenir en el camino.
De acuerdo a la última información oficial disponible, más del 10% de la población nicaragüense sufre alguna forma de discapacidad. Esto es, más de seiscientas mil personas. Eso es mucha gente. Distintas son las causas. En unos casos son razones genéticas; en otros, secuelas de accidentes; en otros, consecuencia de enfermedades, derrames cerebrales o de enfermedades degenerativas. Un alto porcentaje de discapacitados se ubican en la tercera edad.
En consecuencia, nadie puede considerarse exento de padecer en el futuro una discapacidad.
Hace algún tiempo escuchaba el testimonio de un conocido intérprete puertoriqueño, Victor Manuelle, cuyo padre padece alzheimer. El cantautor explicaba el origen de una hermosa canción que dedicó a su «viejo». Una canción muy emotiva que en uno de sus párrafos dice:
Algo le pasa a mi héroe, dónde se iría
Aquel que fuera mi ejemplo, que era mi guía.
Se ha convertido en un niño, quién lo diría.
Ahora nos toca cuidarlo como él lo hacía.
Y mi madre le dedica cada hora de su día
Manteniendo la promesa de amarlo toda la vida…
Hermosa canción.
La discapacidad debe ser enfocada desde una perspectiva de derechos humanos pues tiene en su base el respeto a la igualdad y a la no discriminación de las personas. Y abarca múltiples dimensiones: educación, salud, trabajo, seguridad, desplazamiento, justicia, esparcimiento. En definitiva, es un asunto que concierne a la sociedad en su conjunto, por razones éticas y por razones humanas. Por razones de solidaridad.
En Nicaragua debe reconocerse la encomiable labor que en materia de sensibilización social y de acciones concretas que día a día cumplen organizaciones sociales como “Los Pipitos”. Pero no es suficiente. La discapacidad debe comprometer a la sociedad toda, con gestos cotidianos, para hacer un poco más amable la vida de quienes injustamente transitan un camino erizado de espinas.
Hay una ley en nuestro país denominada Ley de Derechos de Personas con Discapacidad que consigna un conjunto de derechos que es oportuno recordar, a propósito de que el pasado 3 de diciembre se conmemoró el Día Internacional de las personas con discapacidad. Aquí van algunas disposiciones:
• Todas las nuevas edificaciones, públicas o privadas, destinadas a uso público deben incluir un diseño que posibilite el acceso a las instalaciones y su utilización en condiciones apropiadas. En el caso de las construcciones existentes deben realizarse gradualmente las adaptaciones correspondientes.
• Descuento del 50% en transporte público urbano y al menos 30% en transporte interurbano, acuático o aéreo.
• Todas las instituciones, alcaldías, empresas públicas o privadas con más de 50 trabajadores, deben incluir en su nómina al menos el 2% de personas con discapacidad. Si la empresa tiene 10 y 50, al menos debe contratar 1 trabajador con discapacidad.
• Derecho a que se desarrollen programas de educación especial. Inatec y el consejo nacional de universidades deben crear carreras y programas de formación de docentes en educación especial.
• Derecho a salud gratuita, especializada y de calidad, incluyendo prevención, rehabilitación, provisión de medicamentos y medios auxiliares.
• Exenciones en la importación de materiales, equipos, materias primas y vehículos automotores con adaptaciones a la discapacidad
• Exención del Impuesto sobre bienes inmuebles siempre que sean dueños y con un valor menor de 20 mil dólares.
Aunque no están aquí todos los derechos que la ley otorga, bastaría con que los anteriores se cumplieran para aliviar en parte el calvario de miles de familias.
Horacio Gonzalez
Enrique, magnifica contribución a la civilización! Comparto plenamente tu idea de que así como cada familia individual se dedica a atender al o los miembros afectados de su propio hogar, todos como nación- y por extensión, como familia humana- debemos solidarizarnos en este empeno. – Solo anadiria a tu articulo algo sobre los frutos que se ven: individuos descapacitados que triunfan en diversos campos, y el fruto de humanización realista y de crecimiento de amor cristiano que los padres y parientes de los descapacitados han experimentado; muchos de sus comentarios revelan su redescubrimiento del valor de las «pequeñas» cosas de cada dia que la mayoría damos por descontadas y del valor y dignidad de cada persona: es un enriquecimiento que nace de una carencia.