Historias de ayer y de hoy

Un poco de historia patria: la traición a los granadinos

Dentro de seis años se cumplirán doscientos años de la independencia de los países de Centroamérica. Hubo gente que murió a causa de esa independencia. Y después, por defenderla. Dos siglos de historia. Es una oportunidad propicia para desarrollar una reflexión profunda sobre nuestro nacimiento como país independiente, sobre nuestra trayectoria histórica, nuestros conflictos, tropiezos, retrocesos y adelantos y, particularmente, sobre nuestro futuro.

Pero el punto de partida de toda reflexión debe ser el conocimiento de nuestra historia. Todos celebramos el 15 de septiembre como aniversario de la independencia y destacamos como próceres a los firmantes del Acta de Independencia, documento que efectivamente se suscribió en esa fecha, en la ciudad de Guatemala. También se acepta que la independencia fue un hecho pacífico.

Sobre estas verdades oficiales quisiera puntualizar dos hechos que no son muy conocidos aunque sí son de mucha significación. Primero, que no es cierto que la independencia fue resultado de un proceso pacífico. La suscripción del acta, tal vez, la independencia no. Segundo, que sobre los ¨próceres¨ puede afirmarse que ni son todos los que están, ni están todos los que son.

Me limitaré a dos acontecimientos. Diez años antes de que se suscribiera el acta de independencia, se produjeron levantamientos populares en León, Granada y Rivas que tenían el propósito de declarar la independencia. El desenlace de estos episodios se encuentra en la raíz de buena parte de los desgraciados acontecimientos que le tocó padecer posteriormente a la naciente república y a sus habitantes. Los protagonistas de esos episodios, algunos verdaderos próceres, fueron derrotados y, como suele ocurrir, fueron desterrados de la memoria y enterrados por la historia oficial.

En breve. En Diciembre de 1811 el pueblo de León se alzó en contra de las autoridades españolas, reclamando en particular la destitución del intendente, José Salvador, al igual que otras demandas como rebaja de impuestos y abolición de la esclavitud.

El Obispo de León, Nicolás García Jerez, tuvo la habilidad para desmantelar el movimiento utilizando su poder religioso y también poderes terrenales. En carta secreta enviada al capitán general, José Bustamante, residente en Guatemala, revela la naturaleza del levantamiento que enfrentó: ¨Desde el principio se pensó en una absoluta independencia y en formar una especie de república en toda la provincia…¨. Es decir, no se trataba de desórdenes por asuntos puntuales sino con un objetivo mayor. El Obispo, al referirse al desenlace del episodio agrega en su carta congratulándose de sus frutos: ¨y si he hecho alguna cosa, a costa de mi salud y honor, ha sido impedir que se aclame la independencia, se derrame la sangre de los europeos y se les disipen todos sus proyectos de erigirse en soberanos¨.

Según el obispo, naufragaron las aspiraciones republicanas pero en la nebulosa de la historia quedan flotando algunas interrogantes, por ejemplo, qué ocurrió con los vencidos una vez que capitularon. Es una historia que está igual que ellos: enterrados.

Vale anotar que uno de los instigadores del levantamiento fue el fraile Mercedario, Benito Miguelena. Había pues religiosos defensores de la corona española y religiosos promotores de la independencia.

En el caso de Granada, el levantamiento fue más prolongado. Se extendió desde diciembre de 1811 hasta abril de 1812. Comenzaron por destituir a las autoridades españolas y a los criollos españolistas, pero además se adoptaron un conjunto de decisiones que incluyeron: abolición de la esclavitud; disminución de tributos a los indígenas; supresión de los repartimientos de indios; libertad de comercio por el gran lago y el río san juan.

El Gobernador y capitán general de Guatemala, José Bustamante, a petición del obispo García Jerez, envió para sofocar la rebelión tres fuerzas militares, una proveniente de San Miguel, que se dirigió a León, otra de Cartago, que se dirigió a Rivas, y la más numerosa, el batallón de Olancho, se dirigió a Granada.

Después de varios días de refriega que incluyeron saqueos por parte de las tropas realistas, los granadinos capitularon. Entre los acuerdos se incluyó un indulto a los participantes. Hasta un tedeum se cantó en acción de gracias. Sin embargo, en lo que fue una traición flagrante, el compromiso fue anulado en Guatemala por el capitán general Bustamante y los dirigentes de la sublevación enjuiciados y condenados: 16 condenados a muerte y 9 a prisión perpetua más la confiscación de sus bienes. 133 fueron condenados a presidio. Incluso fueron condenadas mujeres como María Gregoria Robleto y María Ulloa. También se destaca la actuación de una patricia granadina: Josefa Chamorro. Algunos otros nombres son: Miguel Lacayo, José Telésforo Arguello, Joaquín Chamorro, Juan Arguello, Manuel Antonio de la Cerda, José Dolores Espinoza, Juan de la Cerda, Juan Cortero y el presbítero Benito Soto.

Uno puede imaginar la conmoción que pudo provocar, teniendo en cuenta la población que podía tener Granada en la época, la condena a más de 150 personas algunas de las cuales pertenecían a reconocidas familias de la ciudad.

Los condenados a muerte y a prisión perpetua fueron llevados a Guatemala, encadenados. Entraron en la capital del reino con grilletes. A los condenados a muerte la pena se les conmutó en prisión perpetua y fueron trasladados a La Habana, a la cárcel de Cádiz en España y otros a posesiones españolas en África. Algunos murieron cumpliendo su pena de presidio, como el padre Benito Soto.

Estos episodios dejaron marcado un encono, contradicciones y odios entre familias, sectores sociales y ciudades, sentimientos e intereses que al declararse la independencia y producirse de hecho un vacío de poder, estallaron en conflictos sangrientos que se prolongaron por décadas.

Un indicador de los enconos nos lo ofrece la proclama emitida por el vicario de Granada, José Antonio Chamorro: ¨El pueblo insurrecto ha desobedecido a todos los empleados europeos por ser chapetones: es así que también los Reyes de España son chapetones; luego el pueblo ha desobedecido a los reyes de España…el pueblo es traidor a Dios, porque ha menospreciado los textos de las Divinas Escrituras, que nos mandan a obedecer sin réplica a los reyes nuestros señores…Dios, la religión, el Rey y la Patria concluirán con este monstruo infernal del pueblo insurgente…¨

Pero esa es ya otra historia. Por hoy, lo que me interesa destacar son estos dos puntos: que la independencia estuvo precedida de luchas, de luchadores y luchadoras, los cuales fueron derrotados y por eso ignorados por la historia que, como suele ocurrir, escribieron los vencedores. Y segundo, que hay otros próceres, ignorados por la historia oficial y que por justicia histórica hay que rescatar.

  1. Reblogueó esto en Enrique Sáenzy comentado:

    Un poco de historia…

  2. Julio Ricardo Hernandez

    Excelente comentario Enrique, ojala se multiplicaran relatos historicos como este

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