¿Fracasó “la salida”?
El esfuerzo por analizar las experiencias de otros y extraer las enseñanzas que el sentido común aconseje, usualmente deja réditos, también en política. Así, la lectura de los episodios acaecidos en Venezuela a lo largo del presente año puede dejarnos lecciones útiles para afrontar nuestras propias realidades, más allá de las diferencias existentes entre Nicaragua y Venezuela.
Comencemos por repasar los hechos.
A comienzos del año un conjunto de organizaciones políticas opositoras, bajo el liderazgo de Leopoldo López, detonaron una campaña conocida como “la salida”, cuyo propósito manifiesto era desembarazarse del gobierno de Nicolás Maduro, a partir de movilizaciones de calle. La intensidad de los disturbios cimbró el proceso político y desdobló contradicciones y realineamientos en actores políticos de lado y lado. Desde entonces han transcurrido más de 9 meses y el saldo conocido es el siguiente:
• Más de cuarenta muertos, casi un mil heridos, más de 2500 detenidos, de los cuales casi doscientos permanecen arrestados, junto a violaciones flagrantes a los derechos humanos.
• Leopoldo López guarda prisión, sujeto a una caricatura de proceso judicial, mientras Corina Machado, cuyo liderazgo gozaba de notoriedad internacional, fue despojada de su escaño como diputada.
• Maduro sigue como presidente, a pesar de su escasa popularidad. El régimen sobrevivió, allanando contradicciones internas.
• Las movilizaciones, cuya tendencia inicial fue extenderse e intensificarse, están prácticamente extinguidas.
• La unidad opositora se resquebrajó y los líderes más visibles se distanciaron. Algunos de ellos como Henrique Capriles y Henry Ramos Allup afirman categóricamente que “la salida fracasó”.
• La crisis económica y social se ha profundizado y tiende a agravarse.
Entre los analistas se destacan las siguientes consideraciones:
• El planteamiento de “la salida” se enfocó principalmente en el campo político, subordinando el impacto de la crisis económica en las grandes mayorías y, por consiguiente, aislándose de ellas.
• La existencia de estrategias divergentes dio lugar a que la oposición se partiera, en discursos y en acciones políticas. Mientras unos morían o sufrían a causa de la represión, otros se inclinaron por la falsa salida del “diálogo” con el régimen, propiciado por UNASUR.
• Las condiciones para un levantamiento masivo no estaban “maduras”. Las elecciones municipales apenas habían pasado. La precipitación terminó por abortar el proceso.
¿Podemos aprender?
Opino que sí. Propongo en consecuencia las siguientes reflexiones:
1. La Comunidad Internacional dejó de ser aliada confiable en las luchas por la democracia. Los gobiernos latinoamericanos son indiferentes a fraudes electorales, atropellos a la democracia o violaciones a derechos humanos. Recientemente, en premio, el gobierno venezolano fue electo como miembro del Consejo de Seguridad de Naciones unidas con más de 180 votos a favor y uno solo en contra.
2. Si la oposición no dispone de una estrategia armonizada está en ruta directa a que sus propósitos se frustren, con el agravante de alimentar pugnas y fragmentación.
3. El mecanismo del diálogo, si no es acompañado de presión popular intensa, posibilita a los regímenes autoritarios ganar tiempo y oxígeno. UNASUR debutó como un balón de oxígeno para el régimen venezolano actual.
4. Las disputas de liderazgo en el fragor de la lucha son, a mitad de camino y al final, apuestas en favor del régimen.
5. Acertar en los tiempos es crucial. Muy temprano, a veces es receta para encontrar los mangos “celeques”. Esperar mucho, a veces es receta para desperdiciar oportunidades. Medir el momento y leer las correlaciones siempre ha sido esencial en la lucha política.
6. La crisis económica y social no es suficiente, por sí sola. Es indispensable que sea acompañada por la capacidad para desencadenar agitación y movilización política. Es un rol que suelen cumplir las minorías activas.
7. Sin embargo el papel de las minorías se esteriliza si no logran el apoyo, o al menos la neutralidad, de las grandes masas. Puede resultar fatal subestimar los agobios económicos y sociales de la gente, como condicionante de su estado de ánimo y su disposición para salir a las calles.
8. La vía electoral, por si sola, es una quimera ante bloques opresores preñados de ideología totalitaria y cuantiosos intereses económicos. La vía pacífica supone casi siempre la vía electoral, pero no se llega a esta vía –ni se sale de ella- si la lucha política no se enmarca en una perspectiva más ancha, que incluye otros frentes de lucha, y más larga, lo que supone un horizonte de largo plazo.
9. Una batalla no es la guerra, pero la guerra se compone de batallas. Aparentemente la batalla de “la salida” se perdió. Pero el régimen sigue desgastándose principalmente por razones económicas y sociales. La suerte de las futuras batallas dependerá de cuánto aprendieron el liderazgo opositor, y la gente, de la batalla librada. No aprender es retroceder.
10. Finalmente, en todos los tiempos y en todas las latitudes encerrar en prisión a un dirigente político aguerrido es, con frecuencia, abrirle las puertas de la presidencia, si no le arrebatan la vida en el camino. Es lo que la historia enseña.
Jesus Castillo
Muy bueno Enrique. Saludos, Jesús Castillo. Date: Wed, 12 Nov 2014 22:47:14 +0000 To: chucastillo1946@hotmail.com
Manuel
La unidad opositora no tiene que estar siempre unida. Una característica de la oposición es que tiene (y debe tener) distintas posiciones y, en algunos casos como se dio en Venezuela, resquebrajarse. Ese es un fenómeno temporal que ayuda a pensar y a unirse con mejores planteamientos. En todo caso, si Henrique Capriles y Henry Ramos Allup apostaron por dar una imagen civilizada también fallaron porque no fue precisamente una imagen civilizada la que proyectaron sino una imagen timorata y casi complaciente con un régimen represivo. Pero bueno, asumo que todos aprendieron y, lo más importante, que las marchas marcaron –y bien marcada– la historia de Venezuela. Basta recordar, el «por ahora» de Chávez cuando lo apresaron en su intento de golpe de estado. Un «por ahora» que ni él mismo se dio cuenta en ese instante lo mucho que estaba marcando la historia. Y la marcó, como las marchas.
jesaenz
Totalmente de acuerdo con tu comentario, Manuel. En mi opinión la unidad se ha convertido en un fetiche que captura la atención de los medios y las esperanzas de la gente. Solamente me falta agregar una nota relacionada con el propósito del artículo: y a nosotros, guardando las diferencias, nos corresponde escarmentar en cabeza ajena. Saludos y gracias por tu comentario.