Temas Sociales

Educación superior y subdesarrollo en Nicaragua

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El Consejo Nacional de Universidades, CNU, por medio de su presidente, Telémaco Talavera, presentó un “Informe Rendición Social de Cuentas”. Indudablemente, es un paso en la dirección correcta dar a conocer a la opinión pública “en qué y cómo” se gastan los fondos con que se financian las universidades públicas. El polémico 6% solamente puede examinarse, sin prejuicios, a la luz de los datos. Y el CNU los ha proporcionado (más vale tarde que nunca).

 No discutamos, por ahora, el tema de la autonomía universitaria. Examinemos los indicadores de rendimiento, para establecer hasta dónde los recursos que se invierten en las universidades son más productivos que utilizarlos, por ejemplo, en educación básica, seguridad social o caminos y carreteras.

 El índice de eficiencia académica. Este indicador mide la relación entre el número de alumnos que ingresan y el número de estudiantes que se gradúan. Según el informe: En el 2007 el porcentaje de graduados fue 56.9%. En 2008 el porcentaje bajó a 54.4%. Igual tendencia siguió en el 2009 (46.6%), bajando nuevamente en 2010 a 45.5%. En el 2011 fue 42.6%. Es decir, una reducción sostenida en los últimos 5 años que acumula ¡un 14% de deterioro! En otras palabras, el rendimiento de la inversión en las universidades públicas está empeorando de manera grave y progresiva.

 Rendimiento académico. Para el CNU, “es un indicador relevante de la calidad del trabajo institucional”. Mide la proporción de estudiantes que promueve al año superior sin “dejar” ninguna clase. Pues bien, en 2011 solamente 6 de cada diez estudiantes aprobaron “limpios”. El informe no revela cuál ha sido el comportamiento en años anteriores, pero muestra algunas pistas interesantes: la universidad peor situada es la Universidad Nacional Agraria, UNA, en la cual solamente aprobaron “limpios” el 45.5% de los estudiantes. Menos de la mitad.

 Es este un dato especialmente preocupante ya que el sector agropecuario es estratégico para el desarrollo del país, y en la UNA  se supone que se forman los especialistas que van a contribuir a la modernización tecnológica del sector. Además, es la universidad que tiene más profesores por alumno y la que menos maestrías ofrece. Seguramente el rector de esa universidad, que también es presidente del CNU, asesor presidencial y entusiasta “observador electoral”, haría una mejor contribución a la nación dedicándose a atender su universidad en lugar de andar de comparsa del orteguismo avalando fraudes electorales.

 Recursos asignados. El CNU reporta haber recibido del estado el equivalente a 70 millones de dólares en el 2006 y 98 millones de dólares en el 2011. Un crecimiento del 40% en ese período. En paralelo, el número de estudiantes de grado creció en una proporción inferior. De los  99,063 estudiantes que se registraban en el 2011, el 71.3% fue totalmente subvencionado. El resto, “parcialmente subvencionado”. Significa que el bajo rendimiento no es atribuible a una menor asignación de recursos. Sucede lo contrario, el monto se ha elevado en términos proporcionales.

 Algunas reflexiones:

Primero. Evidentemente, esos resultados no son de exclusiva responsabilidad de las universidades públicas.

 Para comenzar, ¿cómo resolver la triste realidad de que en el examen de admisión de la UNAN–Managua, en matemáticas solamente aprobaran el 2.33% de los aspirantes que se presentaron? Aparentemente no basta con formar a los docentes de educación básica pues el CNU presenta como un logro la cantidad de profesores que ha formado y los que se encuentran en formación. Sin embargo, el desastre sigue invariable.

 Es de sentido común que no será posible avanzar con partidos de fútbol en lugar de clases; notas de regalo por actividades políticas en lugar de incentivar el estudio; docentes sometidos a consignas políticas en lugar de consignas educativas. Es el sistema educativo en su conjunto el que debe ser revisado.

 Segundo. En la era del conocimiento, el desarrollo depende del nivel de los recursos humanos. Calidad y pertinencia son claves. Nos hemos referido a la calidad. Falta medir la pertinencia. En este sentido se imponen  las siguientes interrogantes: ¿nuestras universidades están ofreciendo las carreras que el desarrollo del país requiere? ¿Cuál es el nivel de “empleabilidad” de los graduados de las universidades públicas? Las cifras de desempleo y subempleo no son alentadoras. Pero hay que investigar más.

 Todas esas quimeras que el orteguismo ha querido vender, como la refinería, el canal interoceánico, el satélite…resultan divertidas cuando se contrastan con las cifras ofrecidas por el CNU. O se nos quema la refinería, o se nos atasca el canal, o se nos pierde el satélite.

 Tercero. Detrás de las cifras hay un drama humano. Cuántas familias, cuántos jóvenes, varones y mujeres, ven sus sacrificios ninguneados y aplastadas sus ilusiones de mejorar sus condiciones de vida, al no encontrar ni oportunidades, ni empleo digno, ni ingresos dignos. Y esto que no hablamos aquí de las universidades privadas, las de “campus” y las de garaje, que, salvo contadas excepciones, gravitan entre la estafa y la explotación.

 Cuarto. Cabe entonces preguntarse, y responderse, si el CNU, sus autoridades, las universidades y el 6% están contribuyendo al desarrollo o al subdesarrollo del país. Para comenzar, deberían examinar a fondo la gravedad de esas cifras y elaborar un plan realista pero exigente.

 Finalmente, el CNU debe comprometerse a presentar informes anuales similares. Si se toma por el lado positivo, el escrutinio público podría constituirse en un incentivo para mejorar. A todos nos interesa que su contribución al país mejore.

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