Cuando Daniel Ortega “ganó” las elecciones en noviembre del 2006, gracias al famoso 35% y al 8% de votos que nunca apareció, conocí a algunos políticos que se consolaron con la reflexión de que al fin y al cabo sólo se trataba de capear la borrasca por cinco años, porque la barrera de la “no reelección” marcaba el límite para el “nunca más”. Incluso alentaban la expectativa…