Hace algún tiempo, todas las mañanas se me encogía el corazón cada vez que pasaba por un sitio donde un padre acompañaba a su hijo adolescente, quien, desde una silla de ruedas, sin poder mover ninguna parte de su cuerpo, solamente atinaba a dirigir una mirada de súplica a los que transitábamos. El padre ni siquiera extendía la mano. Solamente mostraba la perenne agonía de su hijo. Una…