Ayer, mientras conducía por una calle de Managua, me detuve ante un semáforo en rojo. El conductor del vehículo que tenía detrás comenzó a pitar, presionándome para que avanzara. Mi reacción fue seguir esperando. El ciudadano que pitaba no se aguantó y optó por pasarse al otro carril, aventajarme y, como decimos en Nicaragua, lanzarse la roja. Pero no le bastó, bajó su ventana y pasó…