Política y Realidades nacionales

Costa Rica: rosas y espinas

rosas y espinas

Si el gobierno de Ortega cultivara relaciones armoniosas y de respeto con nuestro vecino del sur, donde residen y trabajan de manera regular o irregular centenares de miles de nicaragüenses, pues seguramente nos habríamos ahorrado costos, vergüenzas y también implicaciones dañinas para el futuro. Además, todos ganaríamos.

Para comenzar tenemos los gastos legales incurridos con ocasión del reciente juicio. Después, está por verse qué consecuencias acarreará el fallo al momento de la futura demarcación de límites marinos, con litigio en curso. Enseguida está un impacto no visible por hoy: se les dejó debidamente artillados para una demanda si un proyecto de canal fuera en serio. Finalmente está la indemnización que deberá cancelarse a Costa Rica en el plazo de doce meses. ¿Quiénes pagarán los platos rotos?

Las plañideras del régimen sollozan patéticamente ¨victoria¨, los timoratos o acomodaticios hablan de fallo equilibrado, pero lo que está a la vista no necesita anteojos. Todos los demás, moros y cristianos, vemos a plena luz la contundente derrota a la política exterior del orteguismo.

Obviamente Ortega y su régimen, más tarde o más temprano, deberán rendir cuentas y cargar responsabilidades por su incompetencia e insensatez. Ya Pastora contó cómo se ideó el disparate. Pero más allá de lamentarnos sobre la leche derramada estamos obligados a ver hacia adelante y promover una nueva atmósfera, un nuevo marco y una nueva agenda de relaciones con Costa Rica.

El espacio es ancho. Repasemos algunos puntos:
Las relaciones comerciales bilaterales en el año que estamos concluyendo ascenderán aproximadamente a US$600 millones de dólares. Detrás de las cifras hay centenares de empresas, productores, exportadores, importadores, comerciantes, transportistas, de todo tamaño, aquí y allá, que se benefician de este comercio. Representa empleo, ingresos, actividad económica. ¿Pueden ampliarse las relaciones comerciales? Claro que pueden ampliarse.
El turismo es un sector promisorio, que podría beneficiarnos sobre todo a nosotros, si consideramos, por un lado, nuestras bellezas naturales y potencial todavía virgen y, por otro, la experiencia, capacidades y nexos internacionales de Costa Rica. Rutas y destinos compartidos. Negocios compartidos. Otra vez, ingresos, empleo, actividad económica.
Las inversiones son un tercer campo. Hay emprendimientos de nicaragüenses allá y de costarricenses aquí. Un ambiente de colaboración y seguridad alentaría los flujos de inversiones. No nos engañemos. Ellos van muy adelante que nosotros. Tienen capital, lecciones aprendidas y tecnologías que podrían fertilizar nuestras ventajas comparativas.
Los acuerdos de libre comercio con otros países y regiones ofrecen espacio a la articulación de esfuerzos para explotar oportunidades: normas de origen, complementariedades productivas y diversas formas de cooperación comercial y empresarial.
La protección medioambiental. Compartimos territorios expuestos a la misma vulnerabilidad, principalmente a causa del cambio climático. Incluso podríamos beneficiarnos de la experiencia tica en la venta de servicios de carbono.
Las remesas. Llegarán a US$250 millones este año. Es evidente que una parte de la economía tica descansa en el humilde pero imprescindible trabajo de los nicas. Y una parte de la economía nica descansa en esos dolaritos que llegan por distintos medios, incluyendo veredas. Para Nicaragua también representan un formidable colchón social. Ordenar y regularizar la fuerza laboral redundaría en beneficio de ambos países.
Hay otros asuntos: Costa Rica exporta hacia los países centroamericanos más de US$2.000 millones anuales. Casi la totalidad de las mercancías transitan por carreteras nicaragüenses. A la par, una parte de las exportaciones de Nicaragua y de sus importaciones se realiza por Puerto Limón. La nueva ruta por la carretera Acoyapa-San Carlos abrirá un polo de desarrollo que es una promesa de horizontes insospechados.
El narcotráfico, el crimen transnacional, la trata de personas y la seguridad ciudadana, son asuntos inesquivables.
Por supuesto, primero está la gente. Estamos hablando de más de medio millón de nicas en Costa Rica. No es un río, es un mar de gente que tiene familia allá y familia aquí. Hijos allá e hijos aquí. Sacrificios allá, querencias aquí.

Sin duda es un tema de dimensiones trascendentales. No solamente están los derechos humanos y los derechos laborales. Hay aspectos culturales, de identidad y sociales profundos. Profundos e irreversibles. La marca nica en la sociedad tica es ya indeleble, y seguirá expandiéndose y ahondándose. Y en Nicaragua la herida de la migración es para siempre, aunque cesara el flujo. Una marea de ticos-nicas crece en aquel suelo y permean a ambas sociedades.

Bueno, está el Río San Juan, perenne fuente de conflictos, a veces reales a veces pretexto patriotero para manipuladores, de lado y lado. La historia nos enseña que no podemos descuidar un minuto, ni un centímetro, nuestra soberanía territorial. Los afanes ticos han sido insaciables. Pero también podemos pensar a lo grande.

¿Quién nos niega que en un futuro, tal vez lejano, podamos transformar el río y sus riveras en eje de unión y desarrollo en vez de división y conflicto?

Podemos elaborar sobre cuestiones románticas, como nuestro pasado común, nuestra guerra nacional, nuestros héroes compartidos, y de la vieja patria centroamericana. Por hoy esas nostalgias pueden enredarnos. Partamos de realidades e intereses. Con visión e inteligencia puede desarrollarse una agenda, amplia, diversa, fértil, de provecho mutuo.

Si los politiqueros y gobiernos no la ven, o no quieren, a los sectores más sensatos de ambas sociedades correspondería asumir el reto. Académicos, centros de investigación, intelectuales, empresarios, medios de comunicación y sociedad civil, deberíamos dar un paso adelante. Y marchar. No es un camino fácil: acariciar las rosas exige lidiar con las espinas.

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