El acceso creciente de personas de distintas edades, condición social, escolaridad y orientaciones políticas a las denominadas redes sociales, ha provocado que salgan a luz diversos rasgos culturales predominantes en nuestro país. De hecho, son tan reveladores que deberían ser objeto de estudios serios por parte de cientistas sociales.
Lenguaje poético. Ignorancia. Agresiones verbales. Reflexiones. Maniqueísmo político. Religiosidad. Intolerancia. Exhibicionismo. Frases imaginativas. Sentido del humor. Narcisismo. Generosidad. Lenguaje soez. En fin…de todo se encuentra en las redes.
Pero hay un rasgo resaltante: la horrorosa ortografía que menudea en mensajes y escritos. Algunos se burlan, pero en realidad se trata de un asunto extremadamente serio. Es evidencia, en primer lugar, de la pésima calidad de la educación nacional, así como del bajo nivel de escolaridad de nuestra población.
Naturalmente, quienes exhiben horrores de ortografía no tienen ninguna responsabilidad, ni sobre la calidad de la educación, ni sobre la escolaridad. Todo lo contrario. Son más bien víctimas de los déficits estructurales de nuestro sistema educativo.
La persona que tiene pésima ortografía, por lo general no sabe escribir y, si no sabe escribir, con seguridad tiene grandes dificultades para comprender adecuadamente todo lo que alcanza a leer; y si no sabe leer ni escribir, difícilmente tendrá capacidad de asimilar información o conocimientos de cierta complejidad. Entre la palabra «votar» y «botar», por ejemplo, hay un mundo de diferencia.
Y esto es independiente del grado de escolaridad porque hay incluso universitarios que arrastran estas carencias.
Aclaremos. No se trata de problemas o incapacidades de orden individual. De hecho, es independiente del grado de escolaridad, porque hay incluso universitarios que arrastran estas carencias. Se trata, ante todo, de un problema social y también económico. En definitiva, la dificultades para leer y escribir en un alto porcentaje de la población, es causa y es consecuencia del atraso económico y social del país y de nuestras limitadas posibilidades para avanzar hacia el desarrollo. También es causa, y consecuencia, de la pobreza y de las desigualdades sociales. Y también tiene una dimensión política porque los dictadores y las élites encuentran en la ignorancia de la gente una formidable palanca de dominación.
No quisiera presumir de nada. Lo menciono más bien como testimonio. Cursé mi educación primaria en una escuela pública, para mayor precisión, en la escuela general José santos Zelaya, en Corinto.
¿Qué educación recibíamos? Las personas de mi edad no me dejarán mentir.
Para comenzar, todos los días, la primera clase era lectura. Con un libro que se llamaba así, libro de lectura, cada alumno iba leyendo, de pie y en voz alta, el texto que señalaba la maestra, quien iba corrigiendo los cancaneos y las pronunciaciones. Los demás alumnos debíamos seguir con atención al que leía porque en el momento más inesperado nos señalaba el dedo de la maestra para que continuáramos la lectura. Seguidamente debíamos buscar en el diccionario las palabras desconocidas. Todavía recuerdo con nostalgia mi libro de lectura de quinto grado. Se llamaba «Cultura y Espíritu«. A lo largo de la semana recibíamos también clases de dictado. Cada palabra mal escrita debía repetirse diez veces, en el cuaderno de dictado. Además, teníamos un cuaderno de caligrafía para mejorar la letra. Y clase de composición, para elaborar trabajos individuales sobre distintos temas: la madre, el mar, la escuela. El núcleo, por supuesto, era la clase de gramática. Los sustantivos, los adjetivos, las conjugaciones verbales, la estructura de las oraciones y otros dolores de cabeza.
Estoy hablando de escuelas públicas. No sé cómo será ahora, ni estoy en condiciones de afirmar si esos contenidos eran técnicamente superiores a los actuales o si el método era bueno o malo. Eso lo sabrán los pedagogos. Pero si nos atenemos a los resultados…
En conclusión, aunque parezca un detalle, contribuir a mejorar la ortografía es ayudar a mejorar la capacidad de leer y escribir de nuestra población. Es contribuir a la superación personal y del conjunto de nuestra sociedad.
En este contexto quisiera destacar un poco conocido pero valioso aporte del expresidente Enrique Bolaños G. Don Enrique elaboró y publicó lo que él mismo tituló como “Manual de Ortografía Nica”.
Y a cuenta de qué un ingeniero habla de ortografía. Me relató el expresidente que desde hace décadas comenzó, con el apoyo de su asistente, a anotar dudas del idioma, reglas, significados de palabras, conjugaciones verbales y otros temas útiles para mejorar la redacción de sus cartas personales, escritos y discursos. Así concluyó el manual. Pero no crean ustedes que se trata de un trabajo superficial. Fue revisado por distinguidos miembros de la Academia Nicaragüense de la Lengua. En el Manual usted puede encontrar temas como uso de los acentos, que tantos dolores de cabeza ocasionan, reglas sobre los signos de puntuación, la correcta utilización de algunas letras que a veces confunden, conjugaciones verbales, frases latinas y un listado de útiles consejos.
Hasta el más pintado puede beneficiarse del uso de ese manual, docentes, estudiantes, profesionales y ciudadanos. Aunque, su principal característica es la sencillez. Es práctico y útil, adaptado a los usos del habla nicaragüense.
Por si alguien se está preguntando cuánto me está pagando el expresidente Bolaños por promover la compra de su Manual, aclaro que nada, porque el Manual es completamente gratis. Solamente acceden al sitio web de la Biblioteca Enrique Bolaños, buscan Manual de Ortografía Nica y ya. Ya lo tienen. Sin ningún costo. Indudablemente se trata de otro aporte a la sociedad nicaragüense de parte del expresidente.
#Nicaragua #EnriqueBolañosG #Educación
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