En Guatemala, un expresidente y su vicepresidenta guardan prisión, ellos son Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti; mientras Álvaro Colom, otro expresidente, se encuentra enjuiciado. Los tres por actos de corrupción. Tan fuerte es la corrupción en este país que los sectores interesados en combatirla tuvieron que apoyarse en un convenio con Naciones Unidas para instalar una entidad especializada, conocida como la CICIG, Comisión Internacional contra la impunidad en Guatemala. Sin embargo, la CICIG fue derrotada por los poderosos grupos mafiosos enquistados en el Estado. El convenio fue anulado por el cómico que tuvieron como presidente, y los funcionarios internacionales de la CICIG prácticamente fueron expulsados del país.
Si vemos hacia Honduras, la esposa del expresidente Porfirio Lobo fue condenada por fraude con caudales públicos, mientras un hermano del presidente en ejercicio guarda prisión en Estados Unidos. El mismo presidente Juan Orlando Hernández, al igual que Porfirio Lobo, se encuentran señalados por un tribunal federal norteamericano de recibir dinero del narcotráfico. A la vez, otro expresidente, Óscar Leonardo Callejas, guarda prisión en una cárcel de Estados Unidos, también por actos de corrupción.
Tal vez para curarse en salud, el presidente Hernández, de Honduras, constituyó, con el respaldo de la OEA, una institución parecida a la CICIG, con el nombre de Misión de Apoyo contra la corrupción y la impunidad en Honduras. Pero parece que el cuestionado mandatario no aguantó el ácido y en estos días canceló el convenio y le dijo adiós a la institución.
En El Salvador ocurre otro tanto. El expresidente Francisco Flores fue procesado y encarcelado. Falleció antes que se dictara sentencia. El expresidente Antonio Saca se encuentra guardando prisión. Por su parte, el ex presidente Mauricio Funes se encuentra fugitivo en Nicaragua, bajo la protección de Daniel Ortega. Hay otros ex funcionarios salvadoreños encarcelados, incluyendo un ex fiscal general de la república. El involucramiento de tres expresidentes nos da una idea de los altos niveles alcanzados con el saqueo de fondos públicos. Pero el procesamiento judicial de tres expresidentes también es revelador de la existencia de instituciones que luchan por combatir la corrupción.
Este breve recuento ofrece abundante evidencia para llegar a la obvia conclusión de que, en los países del triángulo norte de Centroamérica, Guatemala, Honduras y El Salvador, los aparatos de poder se encuentran contaminados por mafias corruptas.
Con los antecedentes descritos, corresponde ahora examinar cómo se califica a nuestro país en materia de corrupción.
Pues resulta que la semana anterior, la prestigiada organización Transparencia Internacional publicó su acostumbrado informe anual en materia de corrupción. 180 países de todos los continentes son evaluados a partir del análisis de diversos indicadores.
¿Qué refleja el informe?
Que en Nicaragua se registran los más altos niveles de corrupción de Centroamérica. La mafia gobernante en Nicaragua supera a sus congéneres de Guatemala, de Honduras y de El Salvador. Si en estos tres países campea la corrupción en los más altos niveles, en Nicaragua es peor. Con todo y lo que hemos mencionado sobre la corrupción en nuestros vecinos centroamericanos, conforme el reporte de Transparencia Internacional Nicaragua se exhibe como el más corrupto de Centroamérica.
No solo eso, sino que vamos para atrás como el cangrejo. En el 2016 Nicaragua ocupaba el lugar 145, entre 180 países; en el 2017, retrocedió al puesto 151. Y en el 2019 nos situamos en el puesto 161. Según el mismo reporte Nicaragua es uno de los tres países que más ha retrocedido a nivel mundial en los últimos 8 años. En este poco honroso campo Nicaragua ocupa un lugar destacado.
Y si nos vamos a nivel de América Latina, tres países encabezan la lista de los más corruptos: Venezuela, Haití y Nicaragua.
Y aquí no hay un solo preso por actos de corrupción. La explicación es sencilla: la misma mafia que ejerce el poder también se recete impunidad pues controla la totalidad de los poderes del Estado, comenzando por la administración de justicia.
En resumen, tenemos en el poder una mafia señalada internacionalmente por cometer delitos de lesa humanidad en contra de su población, con el agravante de que la camarilla gobernante también es señalada como de las más corruptas a nivel de Centroamérica, a nivel de América Latina y a nivel mundial. Un status humillante y una imagen bochornosa que nos salpica a todos.
En Vamos al Punto hemos estado hablando estos días sobre las lacras que debemos erradicar como sociedad. El caudillismo es una de ellas. Pero el aferramiento al poder tiene como causa lo que se conoce como “estado botín”. Sea un carguito, un cargo o un cargote, en lugar de ocuparlo para servir a la ciudadanía se ocupa para servirse del cargo y lucrarse a costillas de los caudales públicos.
Junto a la libertad y la justicia, la otra bandera que debemos enarbolar en la nueva Nicaragua es la bandera de la decencia. De lo contrario, la libertad y la justicia estarán en permanente peligro.
Luis Alfaro
Hubiese sido interesante haber dicho que los culpables directos que este régimen es opresor y malvado por sus “cuates” en la oposición política, sus empresarios y cúpula capitalista y por otro lado el régimen se sostiene, vigila y segura su hegemonía en los hombros de la cúpula militar y policial y sus súbditos asesinos los paramilitares.