La semana anterior conocimos las propuestas que presentaron públicamente el Consejo Superior de la Empresa Privada, el COSEP, y la Unidad Nacional Azul y Blanco.
“Construyendo una visión de Nación”, llamó el COSEP a su propuesta. La Unidad Azul y Blanco utilizó por su parte la denominación “Veinte Puntos que nos unen para una Nueva Nicaragua”.
Para quienes aspiramos a una Nicaragua en paz, con justicia, libertades, prosperidad y derechos, y a una sociedad moderna y vibrante, esas propuestas son verdaderamente alentadoras.
Alentadoras, en primer lugar, porque tienen mucho de sensatez y madurez. Y de moderación, hay que decirlo. Méritos que no son fáciles de lograr en los momentos de tanta convulsión y crispación que transitamos. En segundo lugar, porque ofrecen fundamentos de unidad para el presente y para el futuro próximo.
Cierto es que habrá quienes opinen que son iniciativas extemporáneas pues en este momento debemos concentrarnos en derrotar a Ortega. Otros argumentarán que con propuestas no vamos a botar a Ortega.
Discrepo de esas opiniones. Hace algunos días decíamos en Vamos al Punto que la posición de que, después de Ortega cualquier cosa o, salgamos primero de Ortega y allí arreglamos después las cargas en el camino, son exactamente las rutas que han conducido a nuestros fracasos como país.
Sobran ejemplos que enseñan cómo un acuerdo que acerque posiciones divergentes y coloque los intereses del conjunto por encima de los intereses de grupos, ha asegurado cambios exitosos o transiciones exitosas en otros países. Entre nuestros vecinos está Costa Rica, aunque pocos lo sepan o recuerden, los costarricenses se enfrentaron en una guerra civil en 1948. Más cercano en el tiempo está el ejemplo de Chile, que pudo salir por la vía cívica de una feroz dictadura militar. Ambas sociedades se encuentran a la cabeza, en América Latina, en materia de estabilidad, bienestar y desarrollo económico, después de superar traumas políticos y sociales.
Pero hay otro punto a destacar en las propuestas de COSEP y la Unidad Azul yu Blanco. Ambas propuestas aniquilan una ponzoña que amenaza con envenenar el debate nacional. Nos referimos a la confrontación que se pretende imponer entre izquierda y derecha. Nada más propicio a los intereses del orteguismo que atizar o profundizar esa fractura.
Porque, estemos claros. Es falso que no exista izquierda o derecha. Existen. Es falso también que el régimen de Ortega sea de izquierda. Lo que sí es cierto, es que entre los extremos de izquierda y los extremos de derecha hay un amplio espacio de múltiples tonos, tal como se muestra cotidianamente en las democracias consolidadas. Y en Nicaragua, tal como lo demuestran las propuestas mencionadas, es posible, con sensatez, establecer una plataforma de confluencia entre izquierda y derecha.
Los extremos políticos alimentan posiciones maniqueas que dividen la sociedad en buenos y malos. Y actúan como espejos uno frente al otro. Buenos los que están de nuestro lado. Malos, los que piensan de manera distinta.
Jamás podremos tener un país en paz, concordia y prosperidad, si nos dejamos intoxicar por el odio y la intolerancia.
Decíamos que las propuestas establecen bases de concertación. Aunque cada organización marcó sus énfasis y particularidades, cualquier lector ecuánime fácilmente puede llegar a la conclusión de que son más las similitudes y complementariedades.
Que el COSEP exponga como objetivo abatir la pobreza y las desigualdades sociales. Y que la Unidad Azul y Blanco proponga una economía de mercado con justicia social, es una confluencia que debe escribirse con letras mayúsculas.
Sin perjuicio del reconocimiento de los méritos, pienso que ambas propuestas adolecen de una insuficiencia que deberá solventarse. Nos referimos a los nicaragüenses en el exterior. La formidable potencia que nuestros compatriotas desencadenaron a partir de la rebelión de abril exige un espacio social, cultural, económico y político en la nueva Nicaragua. Necesitamos ampliar nuestro concepto de comunidad nicaragüense. No basta el reclamo del voto en el exterior.
A nuestro entender, conviene remarcar los pilares de un programa mínimo -subrayamos la palabra mínimo- que se desprende de las coincidencias de ambas propuestas. Aquí van:
1. Elecciones democráticas como salida a la crisis. Es decir, reafirmación de la ruta pacífica.
2. Restablecimiento de los derechos constitucionales y libertades ciudadanas. Cese del estado policial.
3. Desarme de las fuerzas paramilitares y profesionalización de ejército y la policía.
4. La libertad, el respeto a los derechos humanos, la separación de poderes, el Estado de Derecho, despartidarización de las instituciones públicas, como pilares de una república democrática.
5. Una Alianza por la educación
6. Economía de mercado con justicia social.
7. Fomento del empleo
8. Justicia transicional: verdad, justicia, reparación y no repetición
9. Combate a la corrupción
10. Fomento de valores y de una cultura democrática
Por supuesto que en este decálogo faltan temas sustantivos que agregar. Solamente es un intento por resaltar que sobre la base de estas coincidencias puede construirse una plataforma que conduzca a un compromiso nacional para construir una nueva Nicaragua, sin retóricas huecas, sin cretinismos hepáticos y sin falsas ilusiones.
Por hoy, el futuro no es de la izquierda ni es de la derecha. El futuro es de la nación nicaragüense. El futuro es azul y blanco.
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