Luis Sánchez es uno de los pocos políticos de nuestro país que transitó por distintos momentos de nuestra historia política reciente y salió con las manos limpias. Un testimonio de que el ejercicio de la política no está irremediablemente asociado a la corrupción, la infamia o la deshonra. Se puede hacer política con dignidad y decoro.
Un luchador de toda la vida. Primero contra el somocismo, período en el cual sufrió persecución, cárcel y torturas. De hecho, su padre, Domingo Sánchez Salgado, mejor conocido por su nombre de combate “Chagüitillo”, tiene el nada envidiable récord nacional en materia de encarcelamientos. Tuve el privilegio de disfrutar de la lucidez y aguda capacidad de análisis de don Domingo, a pesar de su avanzada edad, y recuerdo todavía sus palabras al referirse al régimen de Ortega: “qué tristeza, amigo…qué tristeza”.
En la lucha contra el somocismo, Luis acompañó a Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, junto con otros connotados ciudadanos, que tuvieron la visión de abrir sus mentes al pluralismo, a la coexistencia de distintas filiaciones políticas ante el propósito superior de luchar por la libertad. Así, fundaron el Grupo de los 27, que emitió el histórico manifiesto NO HAY POR QUIEN VOTAR, frente a la farsa que organizó Somoza Debayle para reelegirse, en 1974. Posteriormente fundaron UDEL, la Unión Democrática de Liberación, que aglutinaba a liberales, socialistas, conservadores, independientes, socialcristianos, sindicalistas.
Seguramente, Luis tendrá en su mente otros momentos, en nuestra opinión hay tres episodios escabrosos de nuestra historia en los que fue protagonista. El primero aconteció a fines de 1978, cuando formó parte de la comisión negociadora que intentó encontrar una salida pacífica al régimen de Somoza. Con la mediación de una misión de la Organización de Estados Americanos se desarrolló un proceso de diálogo que al final naufragó a causa del aferramiento de Somoza al poder y la ceguera que le impidió mirar que su tiempo había pasado. El régimen somocista se desplomó, unos meses después, en un lago de sangre.
Al triunfo de la revolución, en 1979, Luis Sánchez pasó a formar parte del Consejo de Estado, un órgano creado con el fin de cumplir funciones legislativas, en el marco del proceso revolucionario de los ochenta. En las elecciones de 1984 fue electo diputado por el Partido Socialista, el único partido al que perteneció. En este ejercicio cumplió un papel independiente y crítico en la elaboración de la Constitución Política de 1987. Posteriormente, en 1990 fue electo diputado como parte de la Unión Nacional Opositora. Aquí le tocó se protagonista de otro escabroso episodio de nuestra historia: la negociación de las condiciones para que el Frente Sandinista entregara el gobierno. Así, fue suscriptor de otro documento histórico, que se conoció como Protocolo de Transición.
En 1995, y este es el tercer episodio que quisiera subrayar, como miembro de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional, le tocó ser protagonista de las reformas constitucionales aprobadas ese año, y de las difíciles negociaciones para que dichas reformas pudieran entrar en vigencia.
En 1996 dejó el ejercicio de la política y años más tarde asumió la página editorial del diario La Prensa.
A sus 76 años, sin embargo, no pudo escapar al reclamo de un nuevo episodio político, y fue parte del Diálogo Nacional, instaurado en mayo, con los auspicios de la Conferencia Episcopal.
¿Qué ha caracterizado a Luis a lo largo de esta dilatada trayectoria política?
En primer término, su compromiso con la libertad y, por consiguiente, con la democracia y el pluralismo. Segundo, un hombre de paz, de talante de negociador, que encontró en la política el medio idóneo para promover la convivencia social. Lamentablemente, la política en Nicaragua una y otra vez ha sido mancillada por caudillos, bribones y rufianes.
Pero le esperaba vivir un episodio más. El régimen de Ortega no tuvo escrúpulos en cumplir un acto de revancha y convirtió un leve accidente de tránsito, en un hecho político, y encarcelaron a Luis por casi una semana. Dentro de lo indignante, la circunstancia propició que Luis diera una lección de serenidad y entereza.
Y tenemos a Luis nuevamente en libertad, libre y con sus manos, su corazón y su cerebro listos para continuar lo que hizo siempre, bregar por la libertad, la dignidad nacional y una Nicaragua para todos, con justicia y democracia.
Este reconocimiento a Luis Sánchez por una trayectoria de vida marcada por la coherencia, es motivo también para expresar repudio por el brutal acoso que los esbirros de la dictadura de Ortega están imponiendo a Miguel Mora y Verónica Chávez, periodistas y empresarios, quienes están dando una extraordinaria demostración de entereza, sentido de patria, valentía y dignidad. Una práctica que compromete la solidaridad de todos.
Es menester, asimismo, expresar igual repudio ante los atropellos que se han multiplicado en contra de periodistas y medios de comunicación. Jaime Arellano. Álvaro Montalván y radio Mi Voz. Carlos Salinas Maldonado, de Confidencial. La agresión a Gustavo Jarquín, de Radio Corporación. Las ofensas a Lucía Pineda Ubau. Los atropellos a Radio Darío.
Nuestra solidaridad con todos los periodistas que en medio del peligro cumplen con su profesión, con el pueblo y con la patria.
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