Hoy la patria está de duelo. El fallecimiento de uno de sus hijos más distinguidos, el doctor Danilo Aguirre Solís, deja a la patria adolorida. Deja adolorida a la patria y a todos los nicaragüenses comprometidos en la lucha por la democracia.
Mucho se podrá decir y escribir sobre el Danilo periodista. Un periodista que cumplió destacado papel como parte de una brillante y combativa generación que marcó una época en el ejercicio de esa noble profesión. Acompañó al Doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal en los años amargos y heroicos de la lucha en contra de la dinastía somocista. Después, junto a Xavier Chamorro Cardenal y un grupo de periodistas participó en la fundación de El Nuevo Diario, del cual fue Subdirector, cubriendo también toda una época de periodismo crítico y comprometido, principalmente con los sectores más vulnerables de la sociedad.
Tuve el privilegio de encontrarlo y conversar con él la semana pasada. ¿De dónde venía? Venía de un programa de radio. El periodista, periodista hasta el final de sus días. En dos trazos compartió su análisis sobre el momento político, su entusiasmo por la marcha campesina y las perspectivas de la lucha en contra del régimen orteguista, al que no vacilaba en calificar de dictatorial.
También se podrá decir y escribir mucho sobre el Danilo parlamentario. Principalmente su contribución a las reformas constitucionales de 1995 y a otras leyes fundamentales en el proceso de transición democrática iniciado en 1990.
También se podrá decir y escribir mucho sobre el Danilo político, un luchador empedernido. Primero contra Somoza. Después como sandinista, comprometido con la revolución, pero permanente crítico. Más tarde como fundador del Movimiento Renovador Sandinista.
También puede escribirse sobre su incorporación a organizaciones de la sociedad civil, en particular, como fundador de la Unión Ciudadana por la Democracia y del grupo INCIDE.
En fin, se podrá decir y escribir sobre la brillantez y agilidad de su mente. Sobre su elocuencia, adornada de color y lógica, y afianzada en su potente voz. Sobre su pluma fácil, versátil y aguda. Hasta algunas páginas se podrían dedicar al Danilo farandulero, dirigente deportivo, conocedor de los recovecos más escondidos de la vieja Managua, conversador incansable, contador de chascarrillos y anécdotas, apasionado intérprete de tangos y boleros. Una memoria prodigiosa y una enciclopedia de historia de Nicaragua, con sus entretelones, episodios inéditos y trasfondos.
Yo quisiera resaltar dos testimonios sobre las dos cualidades que más valoro y que considero los principales legados de Danilo.
El primero es el legado de un hombre de principios. De principios, de principio a fin. En la peatonal que ahora lleva el nombre de Avenida Sandino, bajo la dirección del periodista y escritor Roberto Sánchez, se encuentra retratada, en forma de vallas fotográficas, la historia de Nicaragua. Decenas de vallas en centenares de metros ilustran distintos episodios de nuestra vida como nación. En una de las entradas al edificio de la Asamblea Nacional están colocadas varias vallas sobre la jornada del 22 de enero de 1967. Una jornada de lucha que enarboló la bandera de elecciones libres y que se saldó con muerte y sangre en lo que para ese entonces se llamaba Avenida Roosvelt. En uno de las fotografías aparece Danilo, a sus veintitantos de años, junto con otros jóvenes de la época, igualmente comprometidos en la lucha por la libertad. En la flor de su juventud, comprometido en la lucha por la libertad.
¿Y dónde estaba Danilo, 50 años después, el 27 de octubre pasado? Todavía convaleciente de una delicada intervención quirúrgica, salió de su casa para participar en la marcha campesina. Y allí estuvo, firme y solidario. El hombre comprometido de por vida con sus principios. Y ese es un formidable legado en estos tiempos en que se doblan rodillas, se doblegan las espaldas, se hipotecan conciencias y yacen en la basura convicciones y valores éticos.
El segundo testimonio tiene que ver cómo algo igualmente singular, en estos tiempos. Danilo, un profesional exitoso en su oficio de periodista y abogado, que ejerció como parlamentario en tiempos de enriquecimiento fácil, donde campean el todo vale y el sálvese quien pueda, siempre vivió en su casa de la colonia Centroamérica. Allí forjó su hogar. Allí crecieron sus hijos. Allí anidó en sus años de retiro. No conoció mansiones ni opulencias.
Es el testimonio de la honradez. El legado de la honradez.
Nos queda la pesadumbre por su partida. Pero también nos queda la fortaleza y la inspiración de su ejemplo y de sus legados.
Nuestro abrazo solidario a su viuda, a sus hijos y a sus nietos.
Hoy la patria está de luto.
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