Sin duda, la poesía otorga licencias que la filosofía no concede. Sin más ni más, el poeta nos declaró que se había bañado dos veces en las aguas del mismo río, lanzando así un baldón a la sentencia de Heráclito de Éfeso, incólume por siglos: lo único que existe es el cambio… nadie se baña dos veces en las aguas de un mismo río.
Esta y otras sorpresas nos trajo la presentación del poemario de Rodolfo Sánchez Aráuz “Poemas del breve paso”, en el Instituto de Cultura Hispánica. A Rodolfo lo conocí primero como profesor de economía política, temido y respetado. Después como diplomático. Pero resulta que siempre fue poeta. Y ahora, parece, más poeta que nunca.
Poesía de agua, pájaros, árboles y amadas. Otros, eruditos, ellos sí, podrán comentar el arte poética de la obra. Algunos ya lo hicieron, positivamente, como el profesor Rothschuh. Por mi parte, como buen mareño, sólo pude comentarle a Rodolfo que esa agua que describía en su poesía no tenía ni olor, ni ruido de mar. Me confesó que, efectivamente, tenía razón. Que como buen Masaya que él es, era agua de laguna. Sobre las amadas no le pregunté.
El poemario fue presentado por nuestro insigne -poeta también, él mismo, y masayés- Julio Valle Castillo. Julio siempre me provoca un extraño sortilegio. Me sosiega cuando habla despacito. Me sobresalta cuando de repente grita, desaforado en los momentos que uno menos lo espera. Me aplasta cuando, estentóreo, predica sus verdades, como pedradas. Y me deleita cuando declama poesías, las propias y las ajenas. ÚItimamente, como le ha dado por preferir poesías de corte erótico, pues ya me está dejando en el azoramiento.
Sin embargo, he dejado de atormentarme con la duda sobre cuánto de lo que dice es ficción y cuanto verdad. Pareciera que toda verdad, la hace cuento; y todo cuento, lo hace verdad. De tal manera que al final no se sabe cuál es el cuento y cuál es la verdad. Para acallar cualquier desazón he llegado a una fórmula de transacción: Creer todo lo que dice, como si fuera verdad aunque el sentido común me alegue que no lo es.
Que sea bienvenido pues Rodolfo al mundo de los poetas, aunque no sea poeta nuevo sino poeta desde antes.
El coloquio
Ninguna presentación en el Instituto de Cultura Hispánica termina, si no termina en un buen coloquio al calor de una copa de vino. Tuve la delicia de compartir, a hurtadillas, con varios exponentes de una generación irrepetida en la historia de Nicaragua. La generación del 59. Así pude escuchar, de corrillo en corrillo, sabrosas anécdotas que hoy, sin permiso de los protagonistas, no resisto la tentación de compartir unas pocas:
¿Alguien puede imaginar al doctor Alejandro Serrano Caldera, nuestro ilustre filósofo, en su época de estudiante, en esas noches leonesas, acordeón en ristre organizando y poniendo serenatas a las bellas estudiantes de la época? Si no se le ocurre, imagínelo y póngale sello. Todavía peor, acompañado, entre otros, de Sergio Ramírez a quien, como ni tocaba, ni cantaba, según sus mismos contemporáneos, le encargaban, por grande, cargar el instrumento más pesado. El bandoneón o el guitarrón, me pareció escuchar. Participaban en esas noches de jolgorio el por todos bien recordado Manolo Morales (jamás he escuchado un comentario negativo sobre él), Julio López Miranda (¿a quien se le ocurre que el doctor Miranda toque algo?), entre otros. Aquí dos anécdotas de nuestros admirados conciudadanos:
Cuenta el doctor Solís Piura que una noche, después de entonar una delicada melodía, con emoción observan como se abre la ventana, señal inequívoca de que el mensaje había tocado el corazón de la amada. Pero salió la suegra con cara más de enojo que de desvelo y les espeta: óigame señor, usted puede venir a poner serenatas a esta casa las veces que quiera, pero por favor, la próxima vez traiga unos músicos que sepan tocar….yo misma se los voy a pagar….pero tenga la caridad de no volver aquí a hacer que canta, con ese pito rajado.
En otra ocasión nuestros amigos observan, complacidos, como de repente se encienden todas las luces de la casa, señal, también inequívoca de agrado ante la serenata. El gordo, entusiasmado grita…se fijan, la pegamos…, todo mundo encendió las luces. A todos les gustó la serenata! …Nomás encendidas las luces, salen a un tiempo, unos en paños mayores y otros en paños menores, los habitantes de la casa, además de los vecinos….Qué pasa, se preguntan entre asombrados y asustados nuestros serenateros….temblor! temblor! …Acaba de haber un temblor!
En el mismo coloquio, Roberto Sánchez le confesó al Doctor Serrano que cuando estaban pequeños, le caía mal, a él y a sus compañeritos. Siempre se los ponían de modelo. Que Alejandrito es el más estudioso. Que Alejandrito siempre anda bien arregladito. Que Alejandrito no es vago. Y además toca piano. Mientras ellos se escurrían al billar o a jugar “taba”. El doctor Serrano, intrigado pero con mucho comedimiento, le preguntó: ajá Roberto… entonces desde cuando te empecé a caer bien…Y Roberto se quedó callado…o tal vez no escuché la respuesta.
Donald Méndez
Magnifico, me estoy volviendo «fans»de tu blok. Donald
Andres Lara Morales.
«Pero resulta que siempre fue poeta. Y ahora, parece, más poeta que nunca». Sorpresa tambien para mi, «Enrique siempre fue escritor. Y ahora, pareces, más escritor que nunca». Escritor, me agrada mucho leerte.
Francisco
Felicidades, Enrique, tus escrito ademas de ser de todo tipo, tienen el elemento de la verdad y por ello es que se aprecian y se reconocen como un talento natural de tu pasion por transmitir a tus conciudadanos lo que tu mente y corazon señalan, principalmente en todo aquello en que la injusticia se baña de gloria por otros que no tienen conciencia ni razon de sus alegatos. Continue asi mi querido Enrique que algun dia nuestro pueblo sabra la verdadera razon de un hombre que se que lucha por una Nicaragua libre y soberana de verdad.
Norberto
Felicitaciones, un nuevo ángulo en su estilo y temática. Es el escritor que vamos redescubriendo y que da sorpresas, sorpresas agradables. Norberto