Hace unos pocos días tuve oportunidad de visitar Jinotega, con motivo de participar en las actividades de conmemoración del Centenario del nacimiento del padre Odorico d´Andrea.
Debo confesar que me conmovió el fervor que el fraile franciscano despierta en la población de San Rafael del Norte y municipios aledaños, quien dedicó su apostolado a llevar progreso material y espiritual a su feligresía.
Las calles todas lucían engalanadas, cada casa un altar, un frenesí en la gente y una fila permanente ante la tumba del religioso, unos para rozarla con una botella de agua, otros para persignarse, depositar una flor o arrodillarse a musitar una breve plegaria, o simplemente quedarse absorto ante la tumba del franciscano.
Tienen un museo junto a la iglesia del Tepeyac, donde conservan objetos personales del padre Odorico, incluyendo el ataúd en que fue sepultado y después exhumado para colocar sus restos en el monumento donde hoy reposan.
También visité la iglesia de San Rafael, donde pude ver la famosa pintura de la tentación de Jesucristo. Es increíble el parecido de Ortega con la figura del demonio que aparece tentando a Cristo, a pesar de que su registro corresponde al año 1968. Primera vez que veo un demonio con bigotes.
Al pasar por el lago de Apanás se observan verdes plantaciones. Llamó mi atención la cantidad de gente afanada trabajando en sus plantíos, a pesar de que era sábado por la tarde. Resolví acercarme a algunos productores con el propósito de conocer, de primera mano, el desarrollo de sus actividades, sus dificultades y progresos.
Recibí una lección de economía.
Relataré brevemente la conversación con uno de estos productores, Francisco Pineda. Él es líder de varios productores y tiene sus plantíos de cebollas y de lechugas. Además, ofrece servicios de lavado y empaque en su pequeño centro de acopio.
Pregunté primero si tenían problemas de propiedad. Me dijo que no. Que la mayoría de los productores de la zona habían recibido sus tierras por herencia.
Pasé al tema del financiamiento. La respuesta fue que todos se autofinancian y preferían no ampliar sus inversiones porque con las altas tasas de interés terminaban trabajando solo para pagar al banco. Preferían crecer poquito a poquito, que por la vía del crédito.
Después pasamos a la asistencia técnica. Respondió que no participan de ningún programa de asistencia técnica y que van mejorando sus técnicas observando a otros productores y experimentando por la vía del ensayo y el error.
Primera vez en mi vida que tuve en mis manos semillas de lechuga. Y sembré. Aprendí como se van colocando en pequeñas celdas, en unas cajillas llenas con una mezcla de cascarilla de arroz, tierra y otros ingredientes. Enseguida pasó a mostrar su invernadero, donde crecen las plántulas aisladas del ambiente y de las plagas. Un invernadero artesanalmente construido. Francisco nos contó que él se había fijado cómo lo hacían en Sébaco y se dijo: ¨esto lo puedo hacer yo solo¨. Y procedió por su cuenta y riesgo. Ahora muestra orgulloso sus resultados.
Allí están las plantitas, creciendo, por miles.
Al hablar de los insumos explicó que el 70% de sus costos se van en agroquímicos y como los precios están dolarizados, pero él vende en córdobas, la dolarización lo ahoga. Esto me llevó al tema de la productividad: ¿Cómo compiten por ejemplo con los ticos? Afirmó que los ticos jugaban en otra liga porque sus inversiones eran mayores y el crédito más barato.
Después pregunté si trabajaba asociado con otros productores. Rápidamente respondió que él era un productor individual, igual que todos los de la zona, que no le agradaban las cooperativas. Que le gustaba tomar sus propias decisiones. En su opinión, en las cooperativas al final los directivos se quedaban con los principales beneficios.
En cuanto a precios y mercado: Una gran empresa le compra la mayor parte de la producción con base a un precio y una calidad previamente establecidos. Pero el ritmo de compras lo establece la empresa, de tal manera que a veces deja de alimentar las plántulas para que crezcan más lentamente y ajustarse a la demanda y en otros pierde parte de su cosecha.
Luego hablamos del apoyo del gobierno. Dijo que no recibían ningún apoyo y agregó que se había aventurado a comprar un camioncito para trasladar su producción a Managua y más bien tenía problemas con la alcaldía de Jinotega porque le quitaban 200 córdobas cada vez que el camión pasaba por la carretera.
En resumen, un retrato, a nivel micro, de lo que reflejan las cifras a nivel macro: dificultades de crédito, asistencia técnica, dolarización, precios, mercados y apoyo gubernamental. Y la firme convicción de mantenerse como productor individual.
El episodio culminante fue cuando me invitó a una pequeña jornada de corte de lechugas. Me vi obligado a despojarme de mi guayabera, quedé en camisola y procedí al corte. Obvio, nadie me contrataría como cortador de lechugas pues unas las cortaba de raíz, a otras les dejaba parte del tallo y en otras me las llevaba con todo y hojas. Pero corté unas cuantas, sanas y salvas. Supongo que por misericordia con mi empeño Francisco me dijo: ¨don Enrique, llévese todas las lechugas que cortó…ser las regalo¨.
Así regresé con mi alijo de lechugas y un ipegüe de cebollas, las manos llenas de tierra pero con un baño de realidad. Las realidades de los pequeños productores nicaragüenses.
jejeje…yo puedo participar como cortador, pero necesito un poquito más de tiempo para practicar…jejeje…Saludos,