Escritos económicos

El tiro por la culata

En la página web del Ministerio del Trabajo se encuentra expuesto el estudio “El impacto de los salarios mínimos en Nicaragua”, elaborado por Fideg. El trabajo inicia con la pregunta ¿El salario mínimo ayuda o perjudica a los trabajadores con salarios más bajos?

Las conclusiones del estudio son sumamente interesantes:

  • • Un incremento del diez por ciento en el salario mínimo disminuye el empleo en el sector formal en aproximadamente cinco por ciento.
  • • Los despedidos, desplazados por el aumento en el salario mínimo, tienden a encontrar trabajo como “trabajador no remunerado” (o sea, trabajan por un plato de comida), o se convierten en trabajadores “inactivos”.

En otras palabras, según el estudio los aumentos en el salario mínimo son positivos para quienes conservan su empleo, pero a un número significativo de trabajadores los envía al desempleo o al sector informal. A ellos, ciertamente, el tiro les sale por la culata.

Obviamente, los aumentos en el salario mínimo no son la principal causa del alarmante aumento de los “trabajadores por un plato de comida”, que la jerga oficial denomina “trabajador no remunerado”. Otras causas provocan que el “mercado laboral” registre cifras trágicas: según datos del Banco Central, 203 mil nicaragüenses se encontraban en esa categoría en el 2009. En el 2010 subió a 251 mil, y en el 2011 se elevó a 559 mil. ¡El veinte por ciento de la población ocupada trabajando por un plato de comida!

Esto para no mencionar la encuesta continua de hogares, del Inide, que reporta 730 mil trabajadores sin pago, en el 2011. Las mismas fuentes oficiales revelan que ocho de cada diez nicaragüenses laboran en el sector informal, es decir, sin prestaciones laborales, sin vacaciones, ni pensiones, ni descanso por maternidad, para describir en algo su desamparo. Ninguno de estos resultados puede aislarse de las políticas económicas aplicadas por el orteguismo.

Como se sabe, con el propósito de convenir los incrementos en el salario mínimo, periódicamente se realizan negociaciones entre empleadores y dirigentes sindicales con la “mediación” del Ministerio del Trabajo. Cada una de estas veces, la burocracia sindical orteguista desempaca las banderas proletarias, se rasga las vestiduras y envuelve en llamas gastados discursos, exigiendo porcentajes de aumento que les permitan agitar a sus bases y justificar su “liderazgo”. La pantomima concluye con el anuncio de un “consenso” que se pacta bastante lejos de las instalaciones del ministerio.

Así, mientras la burocracia sindical orteguista celebra, cada vez y cuando, con bombos y platillos los éxitos de sus “negociaciones”, miles de hogares pagan los platos rotos con platos vacíos.

Los economistas producen diversas explicaciones sobre las causas que provocan los contradictorios resultados indicados. Ninguna de esas explicaciones puede escapar al marco impuesto por la matriz económica neoliberal, consistentemente alimentada por las políticas económicas del orteguismo.

Más allá de cifras y discursos, la realidad es que la pobreza solamente se erradica con empleo pleno y salarios dignos. Lograrlo es un imperativo ético, una necesidad económica y una justificación de la política. Pero no pueden mejorar los salarios de manera sostenida si no mejora la productividad. No hay recetas mágicas, pero aquí están algunas propuestas:

  •  Un menú de incentivos a las empresas que desarrollen programas de calificación de sus trabajadores. Las reformas tributarias en actual discusión representan una oportunidad para esta vía.
  •  Una política integral de promoción de empleo concentrada en modernizar sectores con ventajas comparativas propicias al aprovechamiento de los acuerdos de libre comercio en vigencia.
  •  Un programa vigoroso de formación técnica que redimensione la gestión y competencias del Inatec.
  •  Una política de preservación del salario real.
  •  Inversión suficiente y sostenida en educación básica que asegure cobertura, pertinencia y calidad.El autor es diputado nacional por el mrs.

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