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Salomón: “el soldado desconocido” La bala que me hiera será bala con alma…

Salomón de la Selva

Es indudable que uno de los intelectuales nicaragüenses de mayor versatilidad, mayores horizontes, mayor hondura y mayor sentido de compromiso, todavía no ha encontrado en nuestro país el reconocimiento que en justicia le corresponde. Me refiero a Salomón de la Selva, a quien, en el mejor de los casos, se le asume como un notable poeta; sin embargo, él fue mucho más que un poeta notable. Esa connotación, si bien meritoria, deja todavía un amplio espacio descubierto en la figura, trayectoria y proyección de Salomón “el desconocido”.

Para muestra un botón: a fines de marzo recién pasado se cumplieron 130 años de su natalicio. ¿Se hizo alguna evocación, acto o mención? Que yo sepa, ni a nivel oficial ni en espacios o por organizaciones culturales se conmemoró a este notable compatriota, nacido en León en 1893 y fallecido en París, en 1959. ¿Por qué lo menciono? Porque este olvido acrecienta la deuda acumulada con este singular intelectual nicaragüense.

Algunos de los más reputados expertos del país le destacan como el literato nacional de más altos vuelos, después de Rubén Darío. Pero es un criterio que se comparte en voz baja, en círculos reducidos. También debe mencionarse que la Fundación Uno, con el trabajo antológico del poeta Julio Valle Castillo, ha realizado una destacable labor publicando una parte de la obra de Salomón, pero su acceso es privilegio de iniciados.

 Su vida fue una travesía en la cual tormentas y tempestades marcaron el paso y donde el reposo o la calma fueron sólo accidentes al margen de su azarosa ruta. Siendo todavía adolescente viajó a cursar estudios en Nueva York, con una beca del gobierno. Estando allá, las condiciones políticas internas de Nicaragua cambiaron y con ello se acabó la beca, obligándolo a dormir en parques, vender periódicos y lustrar zapatos.

Residió en México, Panamá y Costa Rica. Viajó Centroamérica y por Europa. Saboreó esplendores, caídas y miserias. Pero siempre nos encontramos con una dimensión humana sellada por el compromiso social, la vocación intelectual y un pensamiento que conjugaba lo universal, lo clásico y lo nativo. Todo a la vez.

Me atrevería a afirmar que, como intelectual y humanista, es la personalidad más integral, trepidante y sólida de nuestro terruño.

Organizador sindical en momentos en que apenas nacía el laborismo en Nicaragua. Poeta y ensayista de todo trecho y techo. Influyente asesor presidencial en el gobierno mexicano. Celador y traductor en trances de menor fortuna. Docente universitario y novelista en tiempos más despejados. Bohemio y liberal de amores, en momentos díscolos. Renunció como miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua, por no renunciar a su nacionalidad nicaragüense. Agitador, periodista y articulista ocupando su trinchera de intelectual comprometido con la independencia nacional, la identidad latinoamericana y con los más desvalidos. Crítico de arte y eficaz activista político, sin parar mientes de un paso a otro. Y soldado.  También fue soldado en la primera guerra mundial, como voluntario en el ejército británico.

José María Moncada, presidente de Nicaragua durante la intervención norteamericana, lo expulsó del país en 1929 a causa de la campaña que, por distintos medios, realizaba en rechazo a la intervención y en respaldo a la lucha que libraba el General Sandino. Ningún país lo aceptó hasta que recaló en California donde lo encarcelaron y le dieron un plazo para abandonar el país.

Redactor en múltiples revistas y publicaciones como Maestro en México y Repertorio Americano en Costa Rica, publicó sus poemas en inglés y en español, levantando elogios en reputados críticos norteamericanos, europeos y latinoamericanos. Alguno llegó a afirmar que escribía mejor en inglés que en español.

Sólo para recordar algunas de sus obras, en poesía: El soldado desconocido; Evocación de Píndaro; Tropical towns and other poems. En Novela, la Ilustre Familia, la Dionisíada, la guerra de Sandino o pueblo desnudo. En ensayo: Prolegómenos para un estudio sobre la educación que debe darse a los tiranos; Rubén Darío; Urgencias Centroamericanas. La versatilidad de su producción se combina con la profundidad del pensador y ensayista; lo prolífico de su obra con la erudición, sobre todo en literatura e historia grecolatina.

Seguramente su poema más conocido es La balala bala que me hiera será bala con alma…el alma de esa bala será como sería la canción de una rosa, si las flores cantaran…o el olor de un topacio si las piedras olieran…o la piel de una música si nos fuese posible tocar a las canciones desnudas con las manos…

Pero no es tan conocido su ensayo “Prolegómenos para un estudio sobre la educación que debe darse a los tiranos”. Un trabajo que, particularmente, en los momentos actuales debería ser reproducido y leído por los nicaragüenses que luchan por la democracia.

Para concluir, citaré algunas frases que sintetizan el pensamiento de Salomón, contenidas en una declaración a su regreso a Nicaragua: “He vivido en muchos países, he viajado mucho, he aprendido idiomas extranjeros: donde quiera que he estado, en todos los idiomas que he hablado, mi mayor orgullo, mi contento especial, ha sido renovar mi profesión de fe nicaragüense y proclamarla claramente…

Destruir nuestra miseria, abolir nuestras tribulaciones, trabajar por el bienestar de mi pueblo, he ahí mi trabajo especial; en esto y sólo en esto puedo hallar la satisfacción íntima sin que la vida sería sin sabor…

Pero donde no hay libertad no se puede destruir la miseria, no se puede abolir la tribulación; quienes no tienen libertad no tienen patria…

No es hora de transar ni menos de rendirse. La hora es de tener honor y valor..atrevámonos a ser libres y seremos libres…

Son palabras de Salomón. Nuestro soldado desconocido.

Reconozco que el presente escrito, por lo limitado de sus alcances no le hace suficiente méritos. Pero al menos es un intento.

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