Conocer la historia de nuestro país es el punto de partida para comenzar a cambiarla. Pero antes es preciso escribirla. Hasta ahora, buena parte de la historiografía existente está falseada por la herencia de confrontaciones que, en cada etapa, han dejado marcados los sellos de los vencedores. De ahí el valor de testimonios como el de don Arturo Cruz Porras, quien, bajo el título “Crónica de un Disidente” rescata y retrata ásperos retazos de la historia nicaragüense.
El primer mérito de las memorias de don Arturo es la entereza. En un país donde la mayoría se considera a sí mismo “la mamá de tarzán”, presentarse con sus debilidades, vacilaciones, desaciertos y arrepentimientos, merece un reconocimiento. Ante la inminencia de participar en el levantamiento armado en contra del régimen de Anastasio Somoza García, en 1954, don Arturo confiesa “Además de escrúpulos, me invade el miedo, simplemente miedo: no quiero morir…Recurro al sentimentalismo: mi madre cardíaca ¿Quién va a cuidar de los hijos nuestros? “. Después de esas reflexiones, encontró la manera de salir del atolladero. Y el miedo le salvó la vida.
Es curioso, por otra parte, que dos “casi contemporáneos” (don Fabio Gadea y don Arturo) inicien sus memorias narrando cómo vivieron el episodio del ajusticiamiento de Anastasio Somoza García. Alguna explicación de psicología social habrá para que ambos evoquen los momentos de terror, más con acentos cómicos que trágicos.
Don Fabio cuenta la suerte que corrió toda una compañía de teatro que había pasado anunciando que el 21 de septiembre habría un acontecimiento especial. Ese día Somoza García recibió los balazos mortales y ese día era el estreno de la obra Tovarich. Todos los teatristas fueron a parar a la cárcel por sospechosos. Por su parte don Arturo cuenta que el fatídico 21 de septiembre asistió al cine. Un borrachito que estaba en el asiento de atrás le decía en altas voces…Arturito, ya supistes que hoy se echan al hombre…Y don Arturo no hallaba como callarlo.
Hay otros puntos que merecen ser subrayados porque iluminan borrones en nuestra historia:
1.-Las primeras rebeliones contra el somocismo provinieron de oficiales de la guardia nacional. En 1947 una, a 20 años de instalada la dictadura de Somoza García, y la otra en 1954. Don Arturo incluye una extensa lista de nombres de oficiales que “no pasaron a la historia” aunque sí hicieron historia. Rescato dos citados en el libro: Alberto Ramírez, oficial que sufrió cárcel y destierro, ingresó a la Legión del Caribe y murió luchando contra Trujillo, en República Dominicana. Alejandro Selva siguió el mismo camino. ¿Quién los menciona ahora? Es parte del karma de los héroes anónimos.
2.- La injusticia histórica con los héroes de abril de 1954. Entre la larga lista de masacrados por el régimen somocista destacan las figuras de los hermanos Báez Bone, en particular Adolfo, militar de carrera y de ideas progresistas. Prisionero primero, exiliado después, torturado y masacrado al final. Quienes anidamos un compromiso con la democracia tenemos una deuda con la gesta de aquellos héroes. Al menos un monumento a su memoria deberíamos intentar.
3.-El mismo ciclo nefasto. Como miembro de la organización juvenil Unión Nacional de Acción Popular, UNAP, don Arturo publicó, a los 26 años, un artículo que contiene párrafos que parecieran escritos para hoy “¿Podrá haber obra que redunde en mayor beneficio de toda una nación que aquella que se realiza con el propósito de… luchar por la realización de una verdadera justicia social y por hacer prevalecer el interés nacional sobre egoístas intereses de individuos y partidos?”. Las juventudes de ayer, igual que las de hoy, enfrentando los mismos desafíos.
4.-La vida sigue igual.- Pero también don Arturo nos cuenta cómo se hacían negocios con el régimen somocista: “Yo mismo fui testigo de un gran abuso empresarial bajo el capitalismo salvaje que los Somoza y capitalistas habían concertado tácitamente para su coexistencia…bajo la asesoría de un catedrático de Harvard formamos un cártel…. El objetivo era deprimir el costo de la materia prima (semilla de algodón) y elevar el precio del producto terminado (aceites y mantecas)… era este ejemplo de un esquema en beneficio nuestro y a costas del productor y del consumidor”.
La anécdota de don Arturo deja flotando la siguiente interrogante: ¿Se repetirán hoy los mismos esquemas entre empresarios privilegiados y el gobierno orteguista?
5.- Unas esperanzas chiquitas. Desde su “hora crepuscular y de retiro” don Arturo, en sus memorias, compartió reflexiones y esperanzas. Parte de esas esperanzas reposan en las niñitas de los escombros…”Estas muchachitas cortan hojas secas de las palmeras circundantes para realizar con ingenio y laboriosidad infantil, la asombrosa confección de imitaciones de saltamontes las cuales venden a los transeúntes…Un chapulincito por lo que usted quiera darme….”.
Esas niñitas ya no están. Donde se encuentren esas niñas ahora, están floreciendo, o marchitándose, las esperanzas de don Arturo.
Entereza? Cuando Don Arturo se senraba con Dios y con el diablo? Por favor!