Voy a relatar lo que recientemente ocurrió en la asamblea anual del Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica (INCH). El Instituto es una organización dedicada a promover actividades culturales en las más diversas esferas del arte. Del teatro a la poesía. De la pintura a la danza. Del cine al relato. De la música a la escultura. Artistas consagrados, nacionales e internacionales, se juntan cotidianamente con talentos en ciernes.
La proyección del INCH le permitió triunfar entre centenares de postulantes de América Latina y El Caribe, acreditándose el premio internacional “Mérito al Desarrollo Regional de América Latina y El Caribe, Juscelino Kubitzchek”, otorgado por el Banco Interamericano de Desarrollo.
Pero vayamos a la asamblea. Al igual que otras, es una simple reunión de socios que podría parecer una actividad burocrática más, incluso intrascendente. Pero no fue así. Es justo que conozcan qué pasó.
Comenzamos por inscribirnos. Ya estaban registrados nuestros nombres en las listas. Nos entregaron el acta de la asamblea anterior, el reglamento, nuestros tickets de almuerzo, las banderitas para votar (verde, roja y amarilla) y nuestras boletas para elegir a la nueva directiva. La incansable Mirna Valverde siempre alerta. La sala atestada de socios e invitados, no sólo de Managua, sino de las distintas filiales departamentales. El ambiente cordial y risueño.
René González, el presidente del INCH, rindió su informe. Describió las actividades realizadas, destacó el premio internacional recibido y, en lugar de presumir de su gestión, sin aspavientos pero sin falsas modestias, atribuyó los éxitos al trabajo de sus antecesores, al esfuerzo de su equipo y a la contribución de los socios. Muy inteligente y muy sensato el discurso de René.
Siguió el informe de la tesorera, Rossana Lacayo. Aquí vino una sorpresa mayor. El Instituto, una organización sin fines de lucro, no tiene problemas económicos. Más bien ¡registró un superávit! Sorprendente. Pero no le bastó a la tesorera con presentar el estado de ingresos y egresos. Exhibió también las certificaciones del Ministerio de Hacienda, del Ministerio de Gobernación y de la Contraloría donde se certificaba que se habían cumplido en tiempo y forma los requerimientos administrativos y contables. El Fiscal, Roberto Sánchez, con gran sentido del humor confesó que en esas condiciones lo único que podía decir era que se continuara funcionando con la misma transparencia y la misma inclusividad.
Luego se procedió a la elección de la nueva directiva. Presidió un tribunal electoral que bien quisiéramos el resto de nicaragüenses para elegir nuestras autoridades: Danilo Aguirre Solís, Alejandro Serrano Caldera y Nydia Palacios. Y elegimos.
Eficiencia, participación, transparencia, democracia y fraternidad. ¿Necesitamos más?
Reconocer los méritos y pregonar los buenos ejemplos es una práctica social que los nicaragüenses deberíamos asumir con mayor frecuencia. El reconocimiento justo retroalimenta positivamente a quienes lo merecen e incentiva a los demás a esforzarse en mejorar. Todo lo contrario ocurre con el servilismo, que resalta cualidades inexistentes a cambio de favores. O la igualmente perniciosa inclinación a menospreciar y a veces hasta denigrar a quienes se esmeran por cumplir sus tareas a cabalidad. De un lado el empeño y la excelencia, del otro lo mezquino y lo mediocre.
Círculos virtuosos frente a círculos viciosos.
Interesante, me es grato conocerlo… y comparto que este es un medio de educarnos para convivir y contrarrestar la deformación humana.
Ivania Lovo – amante de los bienestares humanos