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¿Es necesaria la unidad?

 unidad por la república bis

La semana anterior se suscribió el acuerdo de constitución de la Unidad por la República. Pudimos palpar el ánimo, la energía y las esperanzas de los asistentes, que llegaron desde todo el territorio nacional. Además, estuvieron presentes connotados liderazgos políticos nacionales.

 He escuchado y he leído diversas críticas a esta iniciativa y me parece que la primera pregunta que deberíamos hacernos es, si es útil, o no, que ante tanta dispersión y fragmentación, se siembren semillas de articulación y concertación entre organizaciones que declaran su compromiso con la democracia.

La segunda pregunta que debemos hacernos es si este es el momento. Abundan las quejas de que faltan iniciativas, mientras la desmovilización atenaza a amplios sectores de la población. En consecuencia ¿resulta oportuno, o no, intentar, ahora, el establecimiento de bases para la organización y la acción política?

 Personalmente opino que sí es necesario impulsar iniciativas de concertación y, además, que sí es oportuno, dado el momento que vivimos. Esos son dos atributos positivos de la Unidad por la república, que está naciendo.

¿Que no están todas las organizaciones? Es cierto. Sin embargo resalta la composición plural ya que participan organizaciones políticas, movimientos sociales, agrupaciones de la sociedad civil y partidos políticos, sin exclusiones de naturaleza ideológica. Por otra parte, es menester evitar el fetiche de la unidad “porque sí”. Es obvio que para arrancar se requiere un margen de coincidencias mínimas. La realidad es que ni son todos los que están (inevitablemente algunos abandonarán el barco), ni están todos los que son (gradualmente irán incorporándose otras agrupaciones). La vida es así.

¿Que se necesitan nuevos liderazgos?

Sí. Se necesitan. Nuevos y viejos. A nivel territorial, a nivel gremial y a nivel nacional. Lo que no necesitamos es caudillos. Ni arriba, ni abajo ni enmedio. Pero los liderazgos en política no surgen por generación espontánea, ni caen en paracaídas. Los liderazgos se construyen. Los espacios, en política, no se regalan ni se heredan, se ganan. Esos nuevos liderazgos, tanto a nivel local como a nivel nacional, solo pueden surgir de la lucha, de la participación, del trabajo y del compromiso cotidiano. No hay otra fórmula.

Y si hablamos de juventud, nunca, en nuestro país, la juventud ha pedido permiso para acompañar, ocupar, ganar o arrebatar espacios. Es también ley de la vida.

Por supuesto, sólo estamos al inicio del camino. Es un punto de partida, no un punto de llegada. No podemos pedir a esta unidad lo que todavía no está en capacidad de dar. Queda por delante un camino tortuoso y empinado. Nada más y nada menos que enfrentar un régimen poderoso, sin escrúpulos y determinado a establecerse por tiempo indefinido.

Para comenzar, el primer desafío es perdurar. Hemos visto múltiples anuncios de unidad cuyo primer acto -el acto de constitución- ha sido a la vez el último, porque no llegan siquiera a levantar cabeza. El primer imperativo es entonces evitar que la iniciativa se consuma como una llamarada de tuza. Y para perdurar, la condición obvia es respetar las reglas del juego y los propósitos con los que se está constituyendo. Coherencia entre lo que se firma -y afirma- y lo que se hace. Las pequeñas mezquindades, envidias, recelos y suspicacias se levantan como el primer adversario a vencer.

En segundo lugar, de nada sirve perdurar si no hay capacidad para hacer crecer la organización y extenderla a todo el territorio nacional, en calidad y cantidad. Y en esto no hay secretos, la clave es trabajar, trabajar y trabajar. Trabajar directamente con la gente, con tolerancia, apertura mental y generosidad. Si se trata de una alianza incluyente, todos los que profesen un compromiso con la democracia deben ser recibidos con las puertas abiertas. Al final, la lucha sacará las verdades. La lucha engrana y desgrana.

El tercer desafío es ganarse la confianza de la población que, con justificada razón, no cree en nada ni en nadie. Y ganarse esa confianza exige paciencia, perseverancia, pero sobre todo acciones consecuentes. Acciones y protestas; propuestas y acciones. Los problemas, intereses, demandas y sentimientos de la gente ahí están. Se trata de asumirlos. Y luchar. Porque el régimen no hará concesiones de gratis.

Finalmente, está el desafío de construir y consolidar una opción de poder, con visión, voluntad y firmeza. Firmeza, sobre todo, ante los embates del orteguismo que, sin duda, comenzará a conspirar y a actuar en contra de esta unidad. Una opción de oposición no es suficiente. Requerimos una opción de poder.

Y aquí se necesitarán abundantes dosis de dignidad, astucia y también de valor. Porque sin valor, no hay manera de enfrentar exitosamente una dictadura, ni ésta, ni otra. Es también ley de la vida.

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