Con tozudez he insistido en la siguiente opinión: Si bien la historia no se repite, siempre deja enseñanzas que, si no se aprenden, más tarde o más temprano terminamos por pagar las consecuencias, frecuentemente con tragedias.
Ahora que nos acercamos al quinto aniversario del estallido de las protestas de abril del 2018, siempre es oportuno rememorar que nuestra historia registra otra tragedia acaecida en un mes de abril. Se trata de la rebelión de abril de 1954 en contra de la dictadura de Anastasio Somoza García. Una rebelión que terminó en una masacre.
Es un episodio que pocos recuerdan y muy pocos conmemoran.
Un grupo de nicaragüenses, de distinta filiación política, unidos por el ideal de la libertad, montaron un levantamiento armado en contra de Somoza García, quien, para esas fechas, llevaba casi 20 años en el poder y se preparaba para una nueva reelección. El propósito de la rebelión era derrocar a la dictadura e instaurar un proceso de cambio democrático. Los conjurados eran conservadores y liberales de aquel tiempo -valga la aclaración, liberales y conservadores de aquel tiempo- junto a miembros de una organización de jóvenes conocida como UNAP y, esto hay que subrayarlo: participaron de manera destacada ex oficiales y oficiales activos de la guardia nacional.
El somocismo enterró, o más bien, pretendió desterrar de la memoria este episodio histórico. Posterior a Somoza, el Frente Sandinista quiso imponer como la única historia de rebeldía en contra del somocismo, la historia del FSLN y así, la lucha por la democracia y la libertad de los héroes de abril quedó en un rincón apartado de la historia.
La historia, dicen, la escriben los vencedores.
El fracaso de la rebelión
La rebelión fracasó por una suma de razones. El plan original consistía en atacar y tomarse los cuarteles centrales de la guardia nacional. Se afirma que el caudillo conservador de esa época, Emiliano Chamorro, que participaba en la conjura, al percatarse de que la operación no estaría bajo su control, incumplió su promesa de asegurar la incorporación de 300 hombres armados. En consecuencia, los jefes de la conjura, al percatarse que el número de combatientes no era suficiente para ejecutar el plan original, se vieron obligados a improvisar sobre la marcha y optaron por colocar una emboscada en la ruta sobre la cual acostumbraba a transitar el dictador, por la carretera sur, rumbo a su hacienda Montelimar.
Al final, Somoza no pasó por el sitio pues decidió dirigirse al aeropuerto a recibir unos caballos de raza que le enviaban desde Argentina.
Los movimientos sospechosos y la delación de un traidor destaparon la conspiración y la guardia nacional inició la cacería.
El poeta Ernesto Cardenal escribió hace casi 70 años varios poemas dedicados a la rebelión de abril. Un párrafo del poema Hora 0, dice lo siguiente:
En mayo llegan las primeras lluvias.
La hierba tierna renace de las cenizas.
Los caminos se llenan de mariposas y de charcos, y las noches son frescas, y cargadas de insectos, y llueve toda la noche.
En mayo florecen los malinches en las calles de Managua.
Pero abril en Nicaragua es el mes de la muerte. En abril los mataron.
Yo estuve con ellos en la rebelión de abril.
Los combatientes fueron masacrados en los cafetales de Carazo. Unos cayeron en combate; otros fueron asesinados después de ser capturados. Otros fueron torturados, procesados y condenados a prisión.
El grupo de nicaragüenses que ofreció su vida en abril de 1954, lo hizo después de que Somoza se había burlado repetidamente de la voluntad popular y de la buena fe de la gente, manteniéndose en el poder mediante reformas amañadas a la Constitución Política, compra de conciencias, fraudes electorales, pactos, cárcel, destierros, persecuciones y crímenes. Preparaba una nueva reelección y, a la par, alistaba las condiciones para la implantar una dinastía situando a sus hijos en puestos claves: a su hijo mayor, Luis Somoza Debayle, en el congreso nacional, y a su hijo menor, Anastasio Somoza Debayle, como alto oficial de la Guardia Nacional.
La historia, como ven, vuelve y revuelve. Daniel Ortega, el dictador de turno, oprime y reprime las aspiraciones de libertad del pueblo nicaragüense. Y también pretende imponer una nueva dinastía. Pero, al igual que con el somocismo, podrán ganar una batalla un día y otra batalla otro día, pero inexorablemente están condenadas a ser derrotadas.
Dos años después de sofocar la rebelión de abril a sangre y fuego, Somoza García fue abatido mortalmente por los disparos de Rigoberto López Pérez, cuando celebraba su proclamación como candidato presidencial por el partido político de su propiedad.
Rescatar estos episodios no significa, de ninguna manera, tener una vocación trágica, o bélica. La razón es que, para poder cambiar la historia, ante todo debemos conocerla. Y conocerla completa. En especial, las historias de lucha por la democracia y por la libertad en nuestro país.
Los héroes de abril de 1954 fueron nicaragüenses que lucharon por la democracia y pagaron con la vida sus anhelos de libertad. Todos ellos merecen nuestro homenaje.
Uno de los héroes, o mártires, que es casi lo mismo, fue Adolfo Báez Bone. Militar de carrera, con estudios especializados en Guatemala y con una arraigada vocación de cambio democrático y justicia social, según lo describe don Arturo Cruz Porras (qepd), que era su cuñado. Sufrió exilio, cárcel y después la muerte, junto a su hermano Luis, en lucha por sus ideales.
Epitafio para la tumba de Adolfo Báez Bone es el título del poema que Ernesto Cardenal dedicó a este héroe que ofrendó su vida en la rebelión de abril. El poema dice así:
Te mataron y no
nos dijeron donde
enterraron su cuerpo,
Pero desde entonces
todo el territorio
es tu sepulcro
o más bien;
en cada palmo
de territorio nacional
en que no está tu cuerpo
tú resucitaste
Creyeron que te
mataban con una orden
de ¡fuego!
Creyeron que te
enterraban
Y lo que hacían
era enterrar una semilla.
Con los ecos de este poema, Carlos Mejía Godoy, en su conocido canto “La tumba del guerrillero” construyó la estrofa que dice: “…como dijo el poeta trapense de Solentiname…no quisieron decirnos el sitio donde te encontrás…y por eso tu tumba es todito nuestro territorio…en cada palmo de mi Nicaragua ahí vos estás….”
Esos cantos abrazan, y deben abrazar, a todos los nicaragüenses que han ofrendado su vida en la lucha por la libertad. Y a los que luchan hoy.
Los héroes no dijeron que morían por la patria…sino que murieron…
Dejar una respuesta