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Las bandejas que Ortega está sirviendo

Ortega decrépito

contrario a lo que a primera vista pudiera parecer, el tirano ofrece en bandeja un conjunto de oportunidades que, si sabemos aprovecharlas nos acercan a la salida de este túnel oprobioso.

Ortega decrépito

Contrario a lo que a primera vista pudiera parecer, el tirano nos está ofreciendo en bandeja un conjunto de oportunidades que, si sabemos aprovecharlas, nos acercan a la salida de este túnel oprobioso.

La demencial embestida represiva de la tiranía provoca, por supuesto, sufrimientos humanos, temor, incertidumbre, angustias y agudización de los agobios económicos y sociales de familias y empresas. Pero, contrario a la voluntad del tirano y a lo que a primera vista pudiera parecer, también ofrece en bandeja un conjunto de oportunidades que, si sabemos aprovecharlas, más bien nos acercan a la salida de este túnel oprobioso.

Analicemos los hechos.

La primera bandeja que está sirviendo Ortega es la reafirmación, palpable y contundente, de que, en el momento actual, la contradicción fundamental es entre democracia y dictadura. El patricida no discriminó entre ricos y pobres, izquierda o derecha, empresarios y trabajadores, mujeres y varones, políticos y sociedad civil, jóvenes o adultos mayores. Sus leñazos dejaron de lado disputas ideológicas, políticas, casillas electorales, candidaturas. Amenaza y ataca a todos. Si no entendemos que juntar voluntades y fuerzas es condición de sobrevivencia, no tenemos cuándo, ni cómo entenderlo. Esgrimir en la presente coyuntura otro tipo de contradicciones es bilioso, enfermizo, torpe o sencillamente sospechoso. Todos estamos obligados a apartar por ahora nuestras diferencias en aras del objetivo común de sobrevivir y salir de la dictadura.

La segunda bandeja es el rechazo unánime de la comunidad internacional a la tiranía. La crisis política nicaragüense lleva ya dos meses como foco continuado de atención de gobiernos, medios de comunicación, parlamentos, liderazgos y organizaciones internacionales. Algo realmente inusual tratándose de un conflicto que no una guerra, y en un país pequeño. Las organizaciones y liderazgos opositores no lograron trasladar en su momento un discurso unificado que facilitara la visión y reacción concertada de la comunidad internacional. Ortega con su zarpazo lo logró. Ahora se trata de mantener el dedo en la llaga que el tirano abrió.

La tercera bandeja es la legitimación de liderazgos democráticos y organizaciones auténticamente opositoras, que cargaban este déficit. Buena parte de los secuestrados en esta embestida tuvieron oportunidad de evadir el golpe despótico, y no lo hicieron. Esta actitud de resistencia y entereza, a pesar del calvario que supone, también otorga una fuerza moral y política que, a la postre, podrá dotarnos del liderazgo colectivo tan necesario en esta lucha por la democracia. En complemento, también impone un papel más activo, maduro e incidente a los liderazgos en el exilio. Una conducción política plural y concertada es una necesidad apremiante. Y una posibilidad ahora más próxima.

La cuarta bandeja es el esclarecimiento de los horizontes de lucha y la dilucidación de los debates y agendas, que, hasta antes de la embestida estaban centrados primordialmente en el carril electoral que desembocaba el 7 de noviembre. El tirano sustituyó el circo que venía preparando, por un expediente administrativo, el cual, según sus cálculos, se concretará en un acta que suscribirán en esa fecha sus sirvientes del Consejo Supremo Electoral. De no producirse eventos extraordinarios esa acta consignará que votó un número récord de nicaragüenses y que el tirano obtuvo un porcentaje récord de votos.

Aunque tal vez en este momento no lo parezca, al patear la mesa electoral el tirano nos permite ensanchar los frentes de lucha: internacional, de comunicación, crisis económica, desempleo y subempleo, carestía de la vida, pandemia, corrupción, entre otros. También nos permite ampliar nuestro enfoque estratégico. Y vislumbrar la luz al final del túnel. Ahora podemos visualizar también los desafíos que siguen al 7 de noviembre.

La farsa administrativa no engañará a nadie y, por consiguiente, no logrará resolver la crisis política, ni posibilitará al tirano alargar su permanencia en el poder hasta el 2026. Tampoco podrá resolver la crisis económica, ni la crisis social. Más bien, su permanencia en el poder se hará cada día y cada vez más insostenible.

La represión y el miedo como recursos de poder tienen un límite.

La historia no termina el 7 de noviembre. Ni en esa fecha se agota nuestra demanda y nuestro clamor por elecciones con condiciones. Exactamente, al contrario: se amplían opciones para construir la correlación de fuerzas necesaria para luchar por, y lograr, elecciones libres.

¿Qué será fácil? No. ¿Qué está a la vuelta de la esquina? No. ¿Qué caerá del cielo mientras nos cruzamos de brazos? No. Pero con realidades cada vez más claras las decisiones, las rutas y las acciones también resultarán más claras. Y los resultados más cercanos.

La quinta bandeja es el anuncio de que Ortega solicitó armamento y entrenamiento militar a Rusia. Información que se conoció, nada más y nada menos, que por boca del ministro de defensa ruso. Obviamente, la intención del tirano es tratar de superar el aislamiento internacional por la vía de colocar la crisis interna en el marco de la confrontación entre las potencias. Veremos qué pasos dará Putin.

Ortega y sus secuaces se convierten así en los únicos nacionales que propician intervenciones militares extranjeras, abriendo una senda hacia un nuevo precipicio. El pueblo nicaragüense ya conoce ese precipicio. En la década de los ochenta nos colocaron como peones de la denominada guerra fría: Destrucción, luto, atraso, más de cincuenta mil muertes y heridas sociales y políticas que todavía no cicatrizan. Junto a las peligrosas derivaciones potenciales de esta maniobra siniestra, Ortega está elevando la crisis al nivel de seguridad del hemisferio, en particular de los países centroamericanos. Ya no es solo cuestión de derechos humanos y democracia en Nicaragua. Ortega, irresponsablemente, se está colocando como factor de desestabilización regional e internacional.

Y nos ofrece un flanco inesperado.

El desencanto de las izquierdas es la sexta bandeja:

Aunque para algunos sea una sorpresa, tanto en Europa como en Estados Unidos y América Latina todavía quedaban remanentes de nostalgia por la revolución de los ochenta. En su actitud demencial el tirano ahogó los esosremanentes de nostalgia. Hasta mordió la mano que le extendían los gobiernos de España, México y Argentina. Prestigiosos intelectuales y políticos de izquierda como Noam Chomsky y José Mujica, así como partidos políticos y gobiernos de izquierda no han tenido de otra que desmarcarse del régimen.

A la par de este hecho, resulta evidente la tendencia a la revitalización de movimientos de izquierda en América Latina. Perú y Chile, son ejemplos de actualidad. En Ecuador, si bien el gobierno es catalogado de derecha, más del 70% de la asamblea legislativa es controlado por partidos de izquierda. A ellos se suman Argentina y México, mientras las elecciones venideras en Brasil y Colombia están marcadas por una incógnita. A nivel global, la hegemonía ideológica, académica, económica y política del neoliberalismo toca a su fin.

Estos nuevos escenarios demandan la refundación de la izquierda nicaragüense y la configuración, sin prejuicios, sin complejos y sin agendas importadas, de un espacio de izquierda democrática. Además, hay que considerar la conveniencia de forjar capacidades de interlocución, desde Nicaragua, con esas nuevas realidades políticas. Sin duda, un trago amargo para algunos, o para muchos, pero necesario y conveniente para todos. Ninguna democracia podrá prosperar en nuestro país sin un verdadero pluralismo. Hay que derribar de una vez por todos el mito de que en Nicaragua para ser de izquierda hay que ser sandinista. Una cosa es sandinismo y otra cosa es izquierda democrática. La derecha ilustrada y la derecha democrática seguramente lo entenderán. Otros no.

La séptima bandeja, es la confirmación de que con Ortega en el poder no hay salida posible a la crisis política, ni a la crisis económica, ni a la crisis social. Hasta sus mismos seguidores comienzan a verla venir. Sintonizar con los problemas de la gente, el descontento de desempleados, subempleados, jubilados, pequeños, micros y medianos empresarios es un imperativo moral y político.

El tirano, en su aferramiento demencial al poder nos está sirviendo en bandeja las oportunidades reseñadas. Es responsabilidad nuestra si las aprovechamos o las dejamos perder.

 

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