Conclusión: Son discursos de un tirano pendenciero y embustero, con ínfulas delirantes de liderazgo mundial. Un tirano aferrado enfermizamente al pasado y al poder. Un tirano sin futuro.
Es una tarea ingrata referirse a los discursos de Ortega, pero no hay de otra. Si bien su fatigosa verborrea y las repeticiones y repeticiones sobre su disparatada interpretación de la historia, son cada vez menos efectivas, aún ante sus propios seguidores, la lucha política por la democracia exige desnudar cada patraña que vocifere.
Procedamos pues a descobijar los dos discursos de la semana pasada.
La “cloaca” de la OEA
Comencemos por sus ataques contra la OEA. Una y otra vez la emprendió en contra de la OEA, seguramente ardido porque solo dos gobiernos lo respaldaron en la reciente reunión del Consejo Permanente: Una islita del Caribe y sus compadres bolivianos. Le llamó “cloaca”. Pero en lugar de referirse a Nicaragua, destiló su amargura evocando más bien la separación de Cuba del organismo interamericano, hace 60 años, y repitió los mismos ataques sobre el control que supuestamente ejerce Estados Unidos.
Obviamente, Ortega no mencionó varios hechos que, para los olvidadizos es conveniente recordar.
En ningún momento mencionó que, en 1979, el padre Miguel D´Escoto, ocupando el escaño que le cedió la delegación de Panamá, y hablando a nombre del Frente Sandinista, clamó por el apoyo de la OEA, al participar en los debates que desembocaron en la resolución que demandó el reemplazo inmediato y definitivo del régimen de Somoza. Ese episodio se le olvidó al tirano.
También se le olvidaron acontecimientos más cercanos como el acuerdo que suscribió con Luis Almagro para realizar reformas electorales, ni el sonriente encuentro que sostuvieron con ocasión del circo electoral que montó en noviembre del 2016. En esos tiempos disfrutaba con la condescendencia de la comunidad internacional que miraba hacia otro lado ante sus desmanes.
Tampoco recordó que, en julio del 2018, su mismo representante en la OEA copatrocinó con Estados Unidos la resolución que habilitó al Consejo Permanente a ocuparse de la crisis nicaragüense. Es importante repetirlo: el mismo Ortega copatrocinó y votó a favor de la resolución que habilitó a la OEA a promover una solución a la crisis política nacional.
¿Por qué antes no era cloaca y ahora sí?
Libre comercio, anti imperialismo y CAFTA
Ortega también despotricó en contra del libre comercio y, refiriéndose a los países desarrollados vociferó: “Para ellos sí Libre Mercado, para hacer lo que les da la gana”.
Pero no hizo una sola mención al tratado de libre comercio suscrito con Estados Unidos, el CAFTA, ni al Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Ambos convenios internacionales posibilitan que las exportaciones de Nicaragua ingresen a esos mercados en condiciones preferenciales.
Si estas relaciones comerciales tanto irritan al tirano ¿Por qué razón no rompe esos convenios?
Para los olvidadizos conviene recordar que gracias al CAFTA, más de cien mil trabajadores nicaragüenses, principalmente mujeres, tienen un empleo en las zonas francas. Cierto es que se pagan los salarios más bajos de Centroamérica, pero también conviene recordar el descaro de la dictadura: para atraer inversionistas extranjeros –expresión conspicua del imperialismo- exhiben como ventaja comparativa precisamente los bajos salarios que imponen desde el ministerio del trabajo.
También hay que enrostrar que el 50% de las exportaciones nacionales van hacia Estados Unidos, al amparo del CAFTA. ¿Por qué no promueve exportaciones a Venezuela, a Irán, a Cuba, a Rusia o a China?
Miles de productores y empresarios de todo tamaño de café, queso, frijoles, maní, tabaco, caña de azúcar, ganado… viven de las exportaciones hacia Estados Unidos. Y son competitivos gracias al tratamiento preferencial, porque en los 15 años de Ortega en el poder el país no ha avanzado un paso en materia de competitividad y modernización tecnológica.
Ni con Somoza, ni con los gobiernos neoliberales, la economía de Nicaragua dependió tanto de la economía estadounidense como ahora con el anti imperialista Ortega. Al menos el 45% del PIB depende de Estados Unidos.
El capitalista salvaje habla del capitalismo salvaje
También despotricó en contra del capitalismo salvaje. El mismo personaje que impuso un capitalismo de rapiña en el país, peor, mucho peor, que los gobiernos que le precedieron. Un capitalismo de rapiña que mediante abusos, fraudes e impunidad le convirtió en el hombre más rico de Nicaragua y uno de los más acaudalados de Centroamérica.
El mismo capitalismo de rapiña que para promover inversiones extranjeras exhibe como principal ventaja del país la pobreza de sus trabajadores. El mismo personaje que desde sus negocios en electricidad y combustible exprime los bolsillos de los nicaragüenses, consumidores y empresarios, con las tarifas de energía más altas de Centroamérica y los precios del combustible más elevados de la región.
Ortega afirma que el capitalismo salvaje provoca desigualdad y pobreza. Y es cierto. Pues que comience por desterrar el capitalismo de rapiña que impuso en Nicaragua.
Embustes y disparates
Como de costumbre, no faltaron los embustes. Muy campantemente afirmó lo siguiente: “…empezamos a alfabetizar hasta lograr reducir totalmente el Analfabetismo”. Habría que invitarlo a ver las cifras de UNESCO: según esa organización el analfabetismo ronda el 20% de la población.
Tampoco faltaron los disparates. Dejó ir la siguiente frase: “Que solamente unos tengan derecho a armas atómicas y otros no, ¡eso no es Democracia!”.
¿Qué les parece esta demencial concepción de la democracia?
¿Qué tenemos que ver nosotros o la democracia con las bombas atómicas?
Ortega mide la democracia por las armas. Es demencial, pero viniendo de él, resulta lógico.
Finalmente, se erigió en fiscal y juez de los ciudadanos que mantiene secuestrados por el solo hecho de reclamar elecciones justas, sin que los familiares ni abogados puedan siquiera verlos. Peor que en el somocismo.
Sin ningún empacho, sin ser Fiscal ni juez, anticipó que ya tiene lista la condena para estos ciudadanos nicaragüenses.
En conclusión, los discursos de un tirano pendenciero y embustero, con ínfulas delirantes de liderazgo mundial. Un tirano aferrado enfermizamente al pasado y al poder.
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