Con todo y que la atención mundial está concentrada en la pandemia provocada por el coronavirus, y sus consecuencias en vidas humanas, salud pública, economía y los hábitos de convivencia social, hay otros procesos y hechos que siguen su curso.
Uno de estos hechos es la reelección de Luis Almagro como Secretario General de la OEA, el pasado 20 de marzo. A pesar de la emergencia, la Asamblea General de esa organización no se suspendió. Resultó llamativo ver en la sala de sesiones a representantes de países debidamente protegidos por mascarillas y guantes, guardando su distancia de dos metros. Pero haciendo su trabajo.
Recibimos varios mensajes solicitando que comentáramos esta reelección, en particular que opináramos si este desenlace favorece, o no, la lucha de los nicaragüenses por la democracia. Procedemos entonces a corresponder a estas peticiones.
Lo primero que debemos tener en cuenta son los números. Almagro obtuvo 23 votos y su competidora 10. Un gobierno no votó. Se trata de una mayoría sólida pero los resultados de su competidora no son despreciables.
Es importante saber quién era la competidora de Almagro y qué intereses representaba. Se trataba de la excanciller de Ecuador, María Fernanda Espinosa. Un tercer candidato, de origen peruano, se retiró de la contienda unos días antes.
¿Y quién es María Fernanda Espinosa? Sin lugar a dudas, era la candidata promovida por el régimen de Maduro y por Cuba. Ninguno de estos dos regímenes tiene presencia en la OEA, por tanto, no podían postular candidatos directamente. En consecuencia, utilizaron en su operación política lo que algunos llaman “la nómina del petróleo”, esto es, los pequeños Estados del Caribe insular que dependen de los suministros de petróleo venezolano. De esta manera, los gobiernos de las islas San Vicente y Antigua postularon a la ecuatoriana. Tuvieron que utilizar esta estratagema porque el gobierno de Lenin Moreno, de Ecuador, no se prestó al juego y respaldó la candidatura de Almagro. Vale decir que en sus entrevistas, María Fernanda Espinosa no ocultó los intereses políticos que representaba.
Un dato curioso es que la población de San Vicente es de 110 mil habitantes y la de Antigua 96 mil habitantes. Es decir, tienen una población semejante a la de Ciudad Sandino, en Managua. Sin embargo, en términos de votación, su voto es igual al de Brasil que tiene más de 200 millones de habitantes y que Estados Unidos, con más de 300 millones.
De alguna manera, los resultados expresan la correlación de fuerzas existente en la OEA. Argentina y México respaldaron a la ecuatoriana, formando línea en favor de los remanentes del «socialismo del siglo XXI», marcando distancia con el resto de democracias de América Latina.
En estas condiciones, lo primero que debemos celebrar es que no resultó electa la candidata que representaba intereses contrarios a la democracia en el continente. Pero nos alerta y nos confirma que los enemigos de la democracia están permanentemente en búsqueda de la menor oportunidad para asestar sus zarpazos.
Así que, es un hecho positivo que se derrotaran las pretensiones de los remanentes del «socialismo del siglo XXI». Sin embargo, si leemos desde otro ángulo, Almagro no llegó a los 24 votos, de donde puede deducirse que todavía no se dispone de los 24 votos necesarios para aplicar a Ortega la Carta Democrática.
En lo que concierne propiamente a Luis Almagro, los nicaragüenses ya lo conocemos. Lo hemos visto dar unas paladas de arena y otras de cal. En Bolivia, el informe y la acción de la OEA fueron decisivos para impedir el fraude electoral de Evo Morales. Y aquí Almagro desempeñó un papel clave. En el caso de Venezuela su posición ha sido de consistente compromiso frente al régimen de Maduro. En el caso de Nicaragua, cuando dobla, repica. Aunque hay que reconocer que en los últimos tiempos ha tenido más repiques que dobles.
En conclusión, con Almagro como Secretario General, las cosas seguirán un curso semejante al que traían. De la misma manera que lo podemos ver en posiciones críticas a Ortega, no nos debe sorprender que aparezca propiciando negociaciones con el régimen. Sin embargo, dado el fuerte respaldo que recibió de Estados Unidos y de las democracias latinoamericanas, es previsible que sus posiciones se mantengan en sintonía con estos gobiernos. Prudente satisfacción sería la frase de resumen.
Y a propósito de Estados Unidos, también es importante tomar nota que el embajador norteamericano en la OEA, Carlos Trujillo, fue postulado por la administración Trump como nuevo Subsecretario de Estado para el hemisferio occidental. Trujillo es conocedor directo de las realidades de Nicaragua y ha mantenido posiciones bien claras sobre el régimen de Ortega. Nada más y nada menos que ahora estará a la cabeza de la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina. Con seguridad es una noticia que no cayó muy bien a los cabecillas del régimen.
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