Al entregar el gobierno en 1990, una de las herencias más nefastas que, en materia económica, legó Daniel Ortega al gobierno de doña Violeta fue la deuda externa. Aproximadamente diez mil millones de dólares en deuda.
Cuando la deuda de un país sobrepasa determinados límites, igual que ocurre con una familia endeudada, para poder mantenerse al día con la deuda tienen que sacrificarse otros gastos. Y cuando no se generan ingresos suficientes, se cae en un torbellino fatal. Hay que contraer más deuda para pagar las viejas deudas, y la empresa o la familia siguen apretándose la faja hasta que terminan en la calle.
Para quienes por su edad no lo saben, y para quienes no lo recuerdan, vamos a refrescarnos la memoria. Se necesitaron más de 15 años para poder reducir esa cuantiosa deuda que heredó Ortega en 1990. Pero no fue fácil. Reducir esa deuda significó grandes sacrificios, principalmente para los sectores medios y para los pobres.
Como la economía también estaba en el piso, se necesitaban recursos externos para reactivar las actividades económicas y que el país siguiera funcionando. Pero como en economía no hay almuerzos gratis, para obtener cooperación internacional era necesario mantenerse al día con las cuotas de la deuda. Y para mantenerse al día con las cuotas de la deuda, debían suprimirse gastos que podían dedicarse a la educación, a la salud. Y así. Un círculo implacable y cruel.
Para ir reduciendo estas cadenas tuvieron que emprenderse complejos procesos de renegociación de la deuda, para alargar los plazos y disminuir la carga. Pero los representantes de los acreedores, para acceder a esas renegociaciones imponían programas de ajuste fiscal que implicaban recortes y más recortes en los gastos sociales. Fueron los tiempos de los programas de estabilización y ajuste estructural, de los programas con el Fondo Monetario Internacional, de las negociaciones con el Club de París. Y así, de bote en bote, de sacrificio en sacrificio, de gestión en gestión, y con las asonadas y chantajes de Ortega en la oposición, para 1996 se logró reducir la deuda a aproximadamente seis mil millones de dólares. Ese fue un logro significativo del gobierno de doña Violeta.
Después vino la posibilidad de alcanzar mayores reducciones en el marco de lo que se llamó la Iniciativa para los países pobres muy endeudados. La famosa HIPC. Pero durante el gobierno de Arnoldo Alemán no se logró concretar debido a la irresponsabilidad y desorden financiero que prevaleció en ese gobierno.
Fue durante el mandato del ingeniero Bolaños que se lograron, finalmente, los beneficios de la Iniciativa mencionada y, con ello, se concretó una nueva reducción de la deuda, hasta llevarla a 3400 millones de dólares. Ese fue el nivel de deuda que recibió Ortega. Entregó el país con diez mil millones de dólares de deuda y lo recibió con 3400 millones.
¿Cuál es la situación de la deuda externa después de estos años de Ortega en el poder?
Antes de informarles el monto de la deuda es pertinente recordar que Ortega, hasta abril del 2018, gobernó con viento en popa y sin obstáculos. No puede decir que Estados Unidos le bloqueó. No puede hablar de hostilidad por parte de la comunidad internacional. Tampoco puede decir que la oposición boicoteó sus políticas y programas. Ni que catástrofes naturales arrasaron con sus empeños. Al contrario, disfrutó de los beneficios del CAFTA, de una economía con equilibrios económicos básicos y con crecimiento sostenido, de la complacencia de organizaciones empresariales, de altos precios de los principales productos de exportación, de flujos sostenidos de cooperación internacional y de los cuantiosos recursos de la cooperación petrolera venezolana.
Pues bien, a pesar de este contexto propicio, de acuerdo al Banco Central la deuda externa llegó en el 2018 a 11.700 millones de dólares. Ortega recibió una deuda de 3400 millones de dólares y ahora la tiene en once mil setecientos millones de dólares. Para decirlo rápido, estamos rascando los doce mil millones de dólares en deuda externa.
De este total, redondeando cifras, 5700 son deuda del Estado y 6000 millones corresponden a deuda del sector privado. La mayor proporción de esta deuda es la que contrajo la camarilla gobernante con Venezuela, con el fraude de la cooperación petrolera.
La pregunta fundamental es cómo se ha utilizado este dinero. Para qué ha servido semejante endeudamiento. Si buena parte fue deuda privada, lo natural es que se utilizara para aumentar la inversión productiva. Pero al revisar los datos oficiales uno se encuentra lo siguiente: mientras mayor era el ritmo de endeudamiento, menor era la tasa de inversión privada. Según los datos, entre el 2012 y el 2017 la inversión privada solamente un año, el 2015, creció de forma significativa. Los restantes años, o se redujo, o se estancó.
¿Cómo se explica que la deuda creciera y a la par que la inversión privada disminuyera?
¿Qué hicieron con los fondos provenientes de semejante deuda?
Por hoy, es un misterio.
Pero no es un misterio que Ortega entregó el país con una deuda de diez mil millones de dólares, años después recibió una deuda de 3400 millones de dólares, y ahora nos tiene con la soga al cuello, con una deuda que redondea los doce mil millones de dólares. Allí no hay misterio.
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