Hasta hace unos pocos días, Ortega presumía en sus discursos y en sus entrevistas con medios internacionales, de que en Nicaragua la oposición podía manifestarse pacíficamente. Aunque todos sabemos que siempre intentó impedir las movilizaciones, mediante la intimidación y el despliegue de sus fuerzas de choque, de las bandas paramilitares, de la policía y de los antimotines, esta vez subió la parada y ordenó la captura de decenas de manifestantes, incluyendo dirigentes de organizaciones sociales y de organizaciones políticas, en afán de impedir la marcha “Unidos por la libertad”, convocada por la Unidad Nacional Azul y Blanco.
Las fuerzas represivas del régimen capturaron a más de 50 manifestantes, hombres y mujeres, de todas las edades, incluyendo personas de la tercera edad. Una parte de los capturados fueron puestos en libertad, pero treinta nicaragüenses, hombres y mujeres, están detenidos en las ergástulas de El Chipote.
Siempre que se citan nombres, hay el riesgo de ser injustos y lesionar a quienes no se mencionan. Vamos a correr ese riesgo y disculparnos con quienes no mencionemos, pero creemos que es importante indicar que entre los secuestrados están José Antonio Peraza, director ejecutivo del Movimiento por Nicaragua. Suyén Barahona y Ana Margarita Vijil, presidenta y expresidenta, respectivamente, del Movimiento Renovador Sandinista. Y que Haydée Castillo, dirigente de Nueva Segovia y defensora de derechos humanos, junto a Lottie Cunnigham, también defensora de derechos humanos, fueron capturadas en el aeropuerto, también ayer.
Es fundamental que los analicemos los hechos para visualizar qué pretende Ortega y ayudarnos a iluminar la ruta a seguir.
Comencemos por preguntarnos:
¿Por qué razón Ortega resolvió impedir la realización de la marcha?
¿Debemos interpretar esa embestida represiva como una señal de fortaleza o como una señal de debilidad?
Obviamente, la embestida represiva es una muestra palpable del debilitamiento del régimen. No es una señal de fortaleza.
La embestida represiva confirma el fracaso del empeño de Ortega de presentarse como víctima en las distintas comparecencias con medios de comunicación internacionales, como respetuoso de la ley y de los derechos humanos. Ortega sabe que no le creyeron.
También revela el fracaso de sus esfuerzos por convencer a la comunidad internacional de que en Nicaragua la situación se ha normalizado. Ayer mismo comenzaron las comunicaciones de representantes de organizaciones internacionales reprochando la represión y en demanda de libertad de los detenidos.
Pero la embestida represiva significa más.
Si recordamos un poco, Ortega había adoptado como estrategia medir fuerzas con la oposición. Y así, por un lado, intentaba disuadir mediante la intimidación las movilizaciones azul y blanco, a fin de que, por temor, la población se quedara en su casa; y, por otro lado, organizaba contra marchas, movilizando a trabajadores del estado, con la idea de mostrar respaldo popular.
La embestida represiva del 14 de octubre también es la demostración del fracaso de esa estrategia. Ortega no puede esconder que no podía medir fuerzas con la oposición, por muchos trucos que hicieran sus medios de comunicación.
Pero en el fondo, la embestida represiva es un ataque directo a la recién constituida Unidad Nacional Azul y Blanco.
De alguna manera, Ortega consideraba una ventaja la falta de concertación que existía entre las diversas organizaciones que, a la par del pueblo nicaragüense, vienen luchando por la justicia, por la libertad y por la restauración de la democracia.
La ciudadanía demandaba unidad y la Unidad Azul y Blanco fue la respuesta. Ortega sabe que la Unidad Nacional Azul y Blanco es un salto de calidad en la lucha por la democracia y por esa razón intenta abatirla.
Como Ortega es la máxima expresión del caudillismo, del mando y ordeno, y de que su voluntad tenga fuerza de ley en quienes fanáticamente le siguen, no entiende, ni puede entender que, por cada liderazgo democrático que secuestra, enjuicia o ejecuta, local, social, gremial o nacional, hay diez liderazgos que emergen del seno del pueblo. Porque si una virtud ha tenido el movimiento social que estalló el 19 de abril, es la multiplicación de liderazgos a todos los niveles. Mujeres y varones. Y de todas las edades.
Ortega subió la parada al anular el derecho de manifestación y con las capturas realizadas. Hay que responder elevando la parada.
Con seguridad, la Unidad Nacional Azul y Blanco sabrá adoptar las medidas que correspondan al desafío presente, en el marco de una estrategia consistente con las nuevas circunstancias. Como ciudadano, opino que no puede dejarse pasar esta acción sin responderla. En las redes sociales comienza a circular la propuesta de un paro nacional, aunque sea de un día o dos. Esa sería una respuesta inmediata adecuada. Para mostrar a moros y cristianos que el pueblo nicaragüense sigue en pie de lucha. Para demostrar que aquí no hay la normalidad de los sepulcros que quiere Ortega. Para fortalecer a la Unidad Nacional Azul y Blanco.
En fin, para acercarnos más a la derrota del régimen que en esta embestida represiva desnudó su debilidad.
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